Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey - Capítulo 712
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos dos veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 712:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
—No tienes que hacerlo por deseo, hazlo por deber —dijo ella, secándose las lágrimas y sorbiendo por la nariz.
—Hazlo por nosotros.
Daemonikai cerró los ojos. Pero su voz lo siguió a la oscuridad detrás de sus párpados.
«Empieza esta noche. No lo retrases. No lo pienses demasiado. Solo hazlo…».
SEÑORA SINAI
Mientras el resto de la Ciudadela dormía, la señora Sinai yacía despierta en su cama, mirando la oscuridad que había sobre ella. Disfrutar del lujo de sus aposentos era increíblemente maravilloso. Pero estaba muy triste.
Apenas ayer había sido liberada de esa miserable celda de la que había empezado a pensar que nunca saldría. No sabía si era el resultado de las interminables peticiones enviadas en su nombre o la alegría de los embarazos. Quizás ambas cosas. A un puñado de prisioneros también se les había concedido la libertad. La verdadera razón importaba poco… ella había vuelto.
De vuelta en su dominio. De vuelta entre sedas y perfumes. De vuelta donde todos los sirvientes se arrodillaban a su paso. Sinai no se había dado cuenta de cuánto echaría de menos esos sencillos lujos hasta que se los arrebataron.
Así, en las horas transcurridas desde su regreso, había disfrutado del sol en su terraza, había derrochado dinero en vinos y especias y se había entregado a todos los placeres que había dado por sentados.
Pero cuando caía la noche, la oscuridad regresaba con ella.
Ahora yacía en su cama, mirando al vacío. Su cuerpo estaba arropado por seda y plumas, pero era como si estuviera encadenada en aquella fría celda. No conseguía dormir y se sentía increíblemente triste.
¿Era hora de rendirse? Daemonikai nunca será mío, ¿verdad?
Nunca imaginó que se haría esas preguntas. Sin embargo, en los últimos días, era lo único que se preguntaba. Era la miseria en su máxima expresión, y le dolía en su orgullo albergar tales pensamientos. Pensar que había sido superada por un miserable humano. Siglos de espera, de intrigas, de devoción… todo para nada. Daemonikai había elegido a otra. Y ahora, ella llevaba a su hijo en su vientre.
Emeriel llevaba en su vientre al heredero que Sinai había deseado darle ella misma.
Apretó las sábanas con fuerza, negándose obstinadamente a derramar lágrimas. Ya no era una contienda que pudiera ganar con seducción o sonrisas astutas. No, Daemonikai estaba formando una nueva familia. Una que lo estabilizaría una vez más y lo alejaría de ella.
Quizás era hora de entregarse, por completo y sin reservas, al Segundo Gobernante.
Si no podía tener a Daemonikai, podía tener otra cosa que siempre había deseado con igual intensidad: la corona. El título de Gran Reina. Y juntas, podrían doblegar a Daemonikai.
Porque si Sinai no podía tenerlo, prefería verlo muerto. Nadie más lo tendría. Nadie.
Un golpe seco sacudió la puerta.
—Señora —dijo la voz de un soldado.
¿A estas horas? Frunció el ceño hacia el techo antes de responder.
—¿Qué pasa? Déjame en paz, es demasiado tarde para tonterías.
Una breve vacilación.
—El Gran Rey la convoca.
Se incorporó de un salto.
—El mensaje es que vaya… preparada.
Llamó una vez.
.
.
.