Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey - Capítulo 696
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 696:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Otros se reunían en pequeños círculos, bebiendo, vitoreando, riendo entre ellos. Algunos se mantenían apartados, discutiendo asuntos oficiales, con sus esposas y consortes a su lado, murmurando en voz baja.
Era la primera vez que se encontraban entre tanta gente de Urekai. Sintiendo el nerviosismo de Aekeira junto al suyo, Emeriel le apretó la mano para tranquilizarla y la llevó más adentro, mientras sus miradas recorrían la gran reunión.
Y en el centro de todo se encontraban los grandes gobernantes.
El gran rey Daemonikai y el gran lord Vladya se erguían imponentes, dirigiéndose a un grupo de altos señores con rostros serios. Con sus ricos y regios trajes rojos, bordados con hilos de oro que brillaban bajo la luz de las linternas, tenían un aspecto magnífico.
Al unísono, dilataron las fosas nasales e inhalaron profundamente. Luego se volvieron y fijaron la mirada en Emeriel y Aekeira.
Las duras líneas de sus rostros se suavizaron simultáneamente, como si se hubiera pulsado un botón.
Emeriel sintió mariposas en el estómago.
Ella y Aekeira se acercaron y hicieron una elegante reverencia.
Los dos Grandes Gobernantes les ofrecieron la mano y, a su vez, Emeriel y Aekeira las colocaron sobre las de ellos, permitiendo que sus hombres las llevaran a sus labios y las besaran.
—Estás preciosa, mi radiante estrella —dijo Daemonikai con voz grave mientras la miraba. Emeriel sintió que el calor le subía a las mejillas. Sonrió y bajó la mirada.
—Gracias, Su Excelencia.
A su lado, lord Vladya se dirigió a Aekeira.
—Estás increíblemente encantadora, mi paloma cantora.
Ahora era Aekeira quien imitaba el rubor de su hermana.
Daemonikai la llevó a un rincón, se inclinó y le rozó la oreja con la respiración.
—He estado esperando para bailar contigo.
—¿Bailar?
—Oh, sí. ¿Recuerdas ese baile que ensayaste con tu hermana hace una semana? Ahora es el momento de enseñármelo.
—Su Excelencia —Emeriel miró a su alrededor. La idea de bailar para él delante de toda aquella gente la ponía increíblemente tímida.
—Vamos —la animó él, riendo con libertad—.
Enséñame ese giro.
Emeriel estaba encantada con su risa. Le encantaba verlo así. Después de todo lo que habían pasado, y seguían pasando, deseaba poder embotellar su risa y guardarla.
—Pero la gente nos verá…
—Por supuesto que sí —dijo él, sin disculparse, rozando sus nudillos con el pulgar.
—Y estaré orgulloso de presentarte. Vamos. Enséñamelo.
Emeriel no pudo negarse ante esos ojos verdes llenos de expectación. Así que se calmó y dio un paso atrás.
Él cruzó los brazos sobre el pecho, divertido mientras esperaba.
Si lo hago rápido, quizá no llame demasiado la atención, ¿verdad?
Emeriel levantó una mano por encima de la cabeza y colocó la otra justo debajo del vientre, imitando la posición como si la sujetara un compañero invisible. Luego, tras respirar hondo, giró.
La seda de su vestido se agitó a su alrededor, reflejando el resplandor de las linternas mientras se movía en un giro perfecto y ensayado.
El problema era que Emeriel estaba bastante segura de que se había detenido. Pero no parecía así, ya que su mundo seguía girando y girando. Su estómago se revolvió violentamente como si estuviera boca abajo, y su visión se estrechó, con la oscuridad invadiendo los bordes.
.
.
.