Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey - Capítulo 694
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Capítulo 694:
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Emeriel estaba sentada a su lado, con aire preocupado.
—¿Por qué lloras, Keira?
—¿Estoy llorando? —Aekeira se llevó una mano a la mejilla y notó que estaba húmeda, lo que la sorprendió.
—¿Es por la linterna? Muy bien, puedes irte…
—No, no —Aekeira negó con la cabeza y miró la palma de su mano, que descansaba sobre su vientre plano—. Es solo que… estaba pensando en todo lo que ha pasado. En lo mucho que ha cambiado todo para mí… para mejor.
Emeriel dejó escapar un visible suspiro de alivio.
—Gracias a los dioses. Ahora, no querrás estropearte el maquillaje, ¿verdad? —Le limpió las mejillas a Aekeira con la yema del pulgar—.
Deja de llorar. Sé que quieres estar guapa para lord Vladya esta noche.
Aekeira sorbió por la nariz.
—Sí.
—Así está mejor —sonrió Emeriel, secándole las últimas lágrimas—.
—Eres tan hermosa.
—Es muy amable por tu parte, pero no puedo expresar con palabras lo impresionante que estás esta noche.
Emeriel sonrió, con los ojos brillantes de alegría.
—¡Así se habla! Ahora vamos a…
Sus ojos se abrieron de par en par y se tapó la boca con la mano. Al instante siguiente, Emeriel se apresuró a salir a la habitación contigua.
—¿Em? —Aekeira se levantó demasiado rápido y se sintió mareada, lo que la obligó a detenerse.
Se agarró a la mesa mientras el mundo daba vueltas a su alrededor y apretó los ojos con fuerza, esperando a que pasara. Al menos ahora los mareos no duraban tanto como antes.
Aekeira corrió tras su hermana, oyendo los fuertes arcadas al acercarse a la puerta.
—Em…
—Estoy bien, no es nada —dijo Emeriel con voz ronca, seguida de otra arcada.
Aekeira frunció el ceño.
—¿Estás segura? Es la tercera vez hoy. Dos veces esta mañana y ahora otra vez.
—Es esa maldita papilla que nos sirvió la señora Livia antes —dijo Emeriel enderezándose, con el rostro pálido, mientras buscaba una palangana cercana y se enjuagaba la boca.
—Ya te dije que estaba amarga y que no me sentaba bien.
Aekeira cruzó los brazos.
—Sí que sabía mal, pero yo también la comí, ¿recuerdas?
—Eso no significa que no fuera la papilla. Emeriel hizo un gesto con la mano para que se callara.
—Podemos ser hermanas, pero somos dos personas diferentes, Keira.
—Claro. —Se mordió el interior de la mejilla, sin estar convencida, pero sin insistir más.
—De todos modos, esperaré aquí mientras vas a buscar nuestras linternas.
Emeriel se secó las manos húmedas con un paño y ya parecía agotada, aunque la noche aún no había comenzado, pero en sus ojos brillaba esa familiar luz obstinada.
—Por supuesto. Volveré enseguida.
PRINCESA EMERIEL
Las hermanas salieron a la fresca noche, con las linternas brillando suavemente en sus manos.
El cielo sobre ellas estaba iluminado por luces flotantes, y el aroma de la carne asada y los dulces vinos festivos impregnaba el aire. Las risas y la música llegaban desde la distancia, entremezclándose con el murmullo de la multitud reunida. Una suave brisa agitaba la seda de sus vestidos, fresca y refrescante contra su piel.
Todo Urai estaba lleno de vida y celebración.
Lo que más le gustaba a Emeriel del Festival de las Linternas era la alegría que se respiraba en el aire. La emoción de las figuras danzantes, las risas de los jóvenes. La forma en que los humanos y los Urekai se mezclaban sin divisiones. Los esclavos se movían libremente, felices mientras lanzaban sus linternas al cielo.
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