Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey - Capítulo 690
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Capítulo 690:
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Él gimió y la abrazó con más fuerza por la cintura.
Ella inclinó la cabeza y su cuerpo se volvió más pesado.
Daemonikai la sujetó y deslizó una mano por la nuca para evitar que se cayera. Su respiración se volvió irregular, entrecortada, y su pecho subía y bajaba más rápido.
El calor recorrió sus venas y su polla palpitaron en respuesta.
Se tensó contra sus pantalones. Dolorido por el deseo.
Apretó los ojos con fuerza, luchando contra la oleada de excitación que lo invadió. Dioses, cómo la había echado de menos.
—Tengo mucho calor —gimió Emeriel.
Daemonikai exhaló aire entre dientes por la nariz, su autocontrol se desvaneciendo con cada segundo que pasaba. Podía sentir la humedad que se filtraba a través de su ropa interior, presionando contra él. Su humedad empapaba el fino tejido y, maldita sea, estaba justo ahí, provocando, tentando…
Para cuando retiró los colmillos y selló la herida, había perdido todo el control y ella temblaba entre sus brazos.
En un movimiento borroso, Daemonikai la hizo rodar y la inmovilizó debajo de él entre las sábanas. Ella jadeaba, sin aliento, con los ojos oscuros por el calor. Abrió las piernas para él, moviendo los muslos para acomodarlo. El camisón se le arrugó y se le acumuló alrededor de las caderas.
Daemonikai exhaló profundamente, frotando su polla contra el centro de ella, empujando suavemente su abertura. Ella se quedó quieta.
Sus ojos vidriosos de lujuria lo miraban, pero no lo veían.
—¿Estás bien? —le preguntó con voz grave llena de deseo.
Al principio, ella no respondió.
Daemonikai enroscó los dedos alrededor de las sábanas junto a la cabeza de ella, manteniendo su cuerpo suspendido sobre el de ella, pero sin moverse. En cambio, esperó a que ella le diera permiso para continuar.
Era difícil. Una auténtica tortura, pero se mantuvo quieto.
—Sí, estoy bien —dijo ella por fin, pero había un ligero temblor en su voz.
—No te detengas.
Daemonikai dudó. Luego, empujó hacia adelante, solo un poco.
Ella gritó, apretando los ojos con fuerza.
Su pecho se contrajo.
—Emeriel…
—Estaré bien —jadeó ella, respirando profundamente y con dificultad.
—Solo… dame un momento.
Estaba luchando contra los demonios que tú le habías dado.
Algo se enfrió en su interior. La culpa surgió como un ser vivo, envolviendo sus costillas con sus garras y hundiéndose profundamente. Sus pequeños temblores de deseo se habían convertido en un temblor real.
Daemonikai tragó saliva para combatir la pesadez en su garganta y se inclinó, depositando un suave beso en sus labios.
—Tómate todo el tiempo que necesites.
Durante un largo rato, se quedó allí, con la frente apoyada ligeramente contra la de ella.
Poco a poco, su respiración se calmó. La rigidez de sus miembros se relajó. Los dedos que agarraban las sábanas se aflojaron.
Cuando finalmente abrió los ojos, se encontró con unos ojos azules profundos, húmedos por las lágrimas contenidas.
Una daga le atravesó el pecho. Su bestia emitió un sonido roto y se retiró, y su hambre… se apagó.
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