Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey - Capítulo 687
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos dos veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 687:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Hasta que, finalmente, dejó de venir.
Durante siglos, las tragedias habían continuado. Pero él ya no las sentía. Estaba entumecido. Sin vida.
Esta noche, se encontró allí una vez más, mirando el suelo irregular, la oscuridad que se extendía ante él. Contempló el flujo plateado de la cascada que caía por un lado de la caverna. Y el sentimiento que había estado reprimiendo durante todo el día salió a borbotones. Las lágrimas calientes brotaron de sus ojos.
Vladya dejó que cayeran.
Aquí, en este lugar, nunca había tenido que contenerse. Solo este lugar había sido testigo de su dolor, de su desesperación. Y esta noche quería que también fuera testigo de esto.
Por primera vez, se aferró a las paredes, con lágrimas corriendo por su rostro, pero no eran lágrimas de angustia. No eran lágrimas de sufrimiento. Ni de miseria. No eran las lágrimas amargas de una vida considerada injusta, ni las lágrimas de impotencia derramadas por un destino que se le escapaba de las manos.
No. Esa noche, la cueva compartía su alegría. Lágrimas de felicidad tan abrumadoras que apenas podía contenerlas. Lágrimas reales, tangibles, de esperanza. Lágrimas de emoción por un futuro que merecía la pena soportar casi cuatro mil años de puro tormento. Porque toda la miseria la había llevado hasta allí.
Y tal vez, solo tal vez, todo estaría bien en su mundo.
Momentos después, cuando Vladya salió a la fresca noche, se sorprendió al ver a Daemonikai apoyado casualmente contra un árbol como un centinela silencioso en la oscuridad, con los brazos cruzados.
—Era una suposición, pero pensé que podría encontrarte aquí.
Vladya se acercó, con pasos silenciosos.
—¿Por qué estás tan lejos de la fortaleza?
Daemonikai se apartó del árbol con un estiramiento perezoso.
—Salí a correr con mi querido amigo, quien, en un futuro próximo, acunará en sus brazos el mayor tesoro que el mundo puede ofrecer.
Los labios de Vladya se curvaron en una leve sonrisa.
—Es cierto. —Esta vez fue él quien dio un paso adelante y abrazó a su amigo.
Daemonikai se tensó por un instante antes de rodear con sus brazos los hombros de Vladya en un abrazo firme y fuerte.
—Voy a ser padre, Su Excelencia —dijo Vladya con voz ronca.
—Enhorabuena, V. D. Estoy orgulloso de lo lejos que has llegado.
Vladya soltó una risa ahogada y negó con la cabeza.
—Quién lo hubiera pensado, ¿eh?
—Yo sí. Siempre lo he hecho. —Daemonikai dio un paso atrás y le dio una palmada en el hombro—.
Nunca te abandoné, ni siquiera cuando tú te abandonaste a ti mismo. Vamos, salgamos a correr.
Daemonikai regresó a la residencia real bien pasada la medianoche, con los músculos doloridos por el esfuerzo de la noche, y se dirigió directamente a su dormitorio. Abrió la pesada puerta de madera, entró y se detuvo.
Emeriel estaba sentada en el borde de la cama, con la cabeza apoyada en el poste tallado. Estaba profundamente dormida.
Su pecho subía y bajaba, sus labios estaban ligeramente entreabiertos y un suave aliento se escapaba entre ellos. Él la había estado esperando.
Agarró con fuerza el marco de la puerta. Por un momento, Daemonikai se permitió imaginarla así, solo que diferente. Con el vientre redondeado por su hijo, su semilla creciendo dentro de ella.
La imagen le golpeó profundamente en el pecho, un puro anhelo.
Sintió una inmensa alegría por Vladya. El último celo de Aekeira le había concedido el deseo de toda su vida. Y en el fondo, Daemonikai esperaba que algún día fuera lo mismo para él y Emeriel. Que algún día, el celo de ella también les bendijera con tal milagro.
.
.
.