Enamorarme de nuevo de mi esposa no deseada - Capítulo 1297
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Capítulo 1297:
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Johnson se adelantó inmediatamente para sostenerla, rodeándola con su brazo alrededor de los hombros.
Catherine se volvió para mirarlo, con los ojos llenos de silenciosa tristeza.
Esa mirada hizo que a Johnson le doliera el corazón.
Sin decir nada, la atrajo hacia sí, ofreciéndole un consuelo silencioso.
En ese momento, Belinda se apartó de Gillian y dijo con calma:
—Catherine, vámonos. No merece que le dediquemos ni una palabra más.
Dado que Catherine y los demás ya habían sacado la verdad a Gillian, no había razón para quedarse, aunque la verdad que Gillian había revelado era algo que a Catherine le costaba mucho digerir.
—Está bien —dijo Catherine en voz baja, bajando la mirada al suelo.
Johnson, sin embargo, no estaba tan sereno.
Lanzó una mirada gélida a Gillian.
El cuerpo de Gillian tembló bajo el peso de su mirada.
Volviéndose hacia Catherine, Johnson preguntó con voz baja y firme: —¿Qué quieres hacer con ella?
Al oír esas palabras, Gillian abrió los ojos con miedo y tensó el cuerpo. —Catherine, yo… ¡Lo he estropeado todo! Por favor, déjame ir esta vez. ¡Dijiste que éramos amigas! —suplicó.
—¡Cállate! —espetó Belinda, incapaz de contener su furia.
Su rostro se retorció con repugnancia. —¿Amigas? ¿A eso llamas amistad? ¿Traicionar a alguien que confiaba en ti? No te atrevas a mancillar esa palabra.
—Yo… —Gillian quiso decir algo más, pero Catherine la interrumpió. —Decida lo que decida —dijo Catherine, levantando la mirada para encontrar la de Johnson.
—De acuerdo —respondió Johnson con un gesto de asentimiento, volviendo a mirar a Gillian.
Su mirada penetrante parecía atravesarla, amplificando su pánico. —¡Catherine, no puedes hacerme esto! ¡Somos amigas, mejores amigas! ¡Por favor, dame una última oportunidad! —suplicó Gillian con voz desesperada.
Catherine no pudo soportar ni una palabra más. —Belinda, Johnson, vámonos de aquí —dijo fríamente, dando media vuelta y dirigiéndose hacia la puerta. Belinda y Johnson la siguieron.
Ninguno de ellos miró a Gillian ni una sola vez.
Con la forma de actuar de Johnson, el futuro de Gillian se presentaba sombrío.
Cuando la puerta se cerró, se silenció todo el ruido de la habitación.
Catherine avanzó con determinación, aunque las lágrimas le corrían por las mejillas.
Para ella, en el momento en que Gillian aceptó el cuantioso pago de Niko y accedió a conspirar contra ella, su amistad había muerto.
Y cuando Gillian le presionó el pañuelo perfumado contra la cara, había reducido a cenizas sus años de amistad con sus propias manos.
Belinda se apresuró a alcanzar a Catherine y le cogió la mano en silencio, ofreciéndole su apoyo.
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