Enamorarme de nuevo de mi esposa no deseada - Capítulo 1189
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Capítulo 1189:
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Kenia exhaló lentamente. —Sarai llamó —admitió.
Una mirada indescifrable cruzó los ojos de Belinda.
No le sorprendió que Sarai llamara a Kenia.
Sabía que Sarai intentaría convencer a Kenia de que la dejara volver. Pero Belinda conocía bien a su abuela. Desde que había salido a la luz la verdad, era imposible que Kenia dejara volver a Sarai.
—¿Qué le has dicho? —preguntó Belinda.
—Le he dicho que no vuelva nunca. Que no vuelva a ponerse en contacto conmigo —respondió Kenia sin dudar.
Belinda parpadeó sorprendida.
No esperaba que Kenia fuera tan… firme.
Al fin y al cabo, Sarai siempre había sido como una nieta para Kenia.
—Abuela… —Belinda tomó suavemente la mano de Kenia y la apretó con fuerza. Ella entendía mejor que nadie el dolor que le causaba esa decisión.
Kenia respiró hondo y se armó de valor. —Esta vez, Sarai ha cruzado la línea. No hay perdón para ella.
Belinda no discutió. Solo le dio unas palmaditas en la espalda en señal de apoyo.
Ella tampoco podría perdonar nunca a Sarai. Ni a Holley.
Lo que habían hecho había destrozado algo dentro de ella, rompiendo la confianza que una vez les había dado.
—Estaré bien —le aseguró Kenia a Belinda, dándole una palmadita tranquilizadora en la mano.
Luego, como si de repente recordara algo, cambió de tema—. Por cierto, tú y Lucas… ¿adónde desaparecieron anoche?
Ninguno de los dos volvió a casa.
Belinda tosió ligeramente, tomada por sorpresa por la pregunta.
Kenia la miró fijamente, estudiándola, y sus labios se curvaron lentamente en una sonrisa cómplice. Sus ojos se detuvieron en las marcas apenas visibles en la clavícula de Belinda. —¿Dónde disfrutaron anoche, tortolitos?
Belinda parpadeó, y una sombra de inquietud cruzó su rostro. —Salí hasta tarde y decidí pasar la noche en un hotel.
Kenia le lanzó una mirada cómplice, pero decidió no insistir. Ver lo bien que se llevaban Lucas y Belinda alegró el corazón de Kenia. Se alegraba de verdad por ellos.
—Muy bien, sube a descansar —dijo Kenia con dulzura.
—Vale —respondió Belinda, reprimiendo un bostezo.
Apenas había pegado ojo en toda la noche. Una noche inquieta en una cama desconocida la había dejado agotada.
Una vez en su habitación, se dio una larga ducha antes de dejarse caer sobre el colchón, y el cansancio la sumió rápidamente en el sueño.
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