Enamorarme de nuevo de mi esposa no deseada - Capítulo 1187
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Capítulo 1187:
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Pronto, Lucas llevó a Belinda a casa.
Mientras tanto, Kenia acababa de despertarse.
Después de bajar las escaleras y terminar un desayuno tranquilo, se acomodó en el sofá de la sala, cambiando de canal en la televisión sin prestar mucha atención.
Entonces, sonó su teléfono.
Cuando vio quién era, se quedó rígida. En un instante, su expresión relajada desapareció.
Kenia sostuvo el teléfono, observando cómo sonaba insistentemente.
No hizo ningún movimiento para contestar, dejando que la llamada se prolongara hasta el último segundo antes de finalmente descolgar.
—Hola —dijo con voz tranquila.
—Kenia, ¿ya has desayunado? ¿Cómo te encuentras? ¿Te estás recuperando bien? —Al otro lado, la voz de Sarai era suave, rebosante de preocupación.
Pero al oír sus palabras, la expresión de Kenia se volvió fría.
—No estoy bien —respondió Kenia. Su tono era seco.
Al oír esto, Sarai se quedó atónita por un momento.
Una extraña inquietud se apoderó de su pecho, haciéndola apretar el teléfono con más fuerza.
Apretando los labios por un momento, preguntó con cautela: —Kenia, ¿qué pasa?
Kenia no dudó. Se le había agotado la paciencia. —No me llames así nunca más. No somos tan íntimas».
El rostro de Sarai palideció en un instante.
Sus dedos temblaban ligeramente mientras sostenía el teléfono. Ansiosa, dijo: «Kenia, ¿qué quieres decir? ¿Por qué dices eso de repente? Yo… no lo entiendo…».
Kenia no vio razón para continuar con la farsa. Interrumpió: «Sarai, deja de fingir. Belinda ya me lo ha contado todo».
Sarai se quedó paralizada, incapaz de articular una sola palabra coherente. Sabía que había actuado mal. No había justificación para lo que había hecho.
Después de un rato, con una respiración profunda y temblorosa, finalmente habló. «Kenia, lo siento. Me equivoqué. Dejé que la codicia nublara mi juicio. Cometí un terrible error».
Su voz se quebró por la emoción. —Lo lamenté en cuanto sucedió, te lo juro. De verdad…
Kenia la interrumpió con voz cortante: —Claro que lo lamentas. Porque tu pequeño plan se ha venido abajo. ¿No es por eso?
Sarai se estremeció como si le hubieran dado una bofetada.
Se le hizo un nudo en la garganta y los ojos se le llenaron de lágrimas. —Kenia —murmuró con voz ronca—, por favor… Sé que la he fastidiado, pero no me rechaces. Por favor, no me empujes…
—A mí. No tengo a nadie más. No tengo más familia. Eres la única persona que me queda. Si me abandonas ahora… Me quedaré completamente sola.
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