Enamorarme de nuevo de mi esposa no deseada - Capítulo 1186
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Capítulo 1186:
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«¡No!», respondió Belinda sin dudarlo, con un brillo travieso en los ojos. Sonriendo, ladeó la cabeza, cada vez más segura de sí misma. «Ahora soy yo quien manda. Tienes que hacerme caso».
Los oscuros ojos de Lucas parpadearon con resignación.
Pero esta vez, realmente la dejó salirse con la suya.
Por desgracia para él, Belinda aprovechó al máximo su control, ralentizando aún más y llevando su paciencia al límite. Al final, Lucas no pudo aguantar más. Sus manos agarraron la cintura de ella y, con un movimiento rápido, la volteó debajo de él.
—¡Lucas! —exclamó Belinda, con una expresión de enfado en el rostro—. ¡Habíamos acordado que yo estaría encima!
Una sonrisa se dibujó en los labios de Lucas. —Te dejé tu turno… Pero sigo pensando que esta posición nos va mejor.
Antes de que ella pudiera protestar, él comenzó a moverse.
No tardó mucho en que la rebeldía de Belinda se derritiera en súplicas entre jadeos. —Más despacio…
—No puedo —respondió Lucas con voz ronca, mientras gotas de sudor se formaban en su frente. Su voz se había vuelto grave y áspera, cargada de deseo.
—Tú… —Las palabras de Belinda se vieron ahogadas por un beso apasionado que no le dejó margen para protestar.
Su pasión se prolongó, extendiéndose por cada rincón de la espaciosa suite —el dormitorio, el salón, el sofá, incluso el cuarto de baño—, que quedó impregnado de los restos de su noche.
Al final, Belinda ni siquiera supo cómo se quedó dormida.
Lo único que sabía era que, una vez más, Lucas la había dejado completamente agotada.
Al día siguiente
Cuando Belinda se despertó, un dolor abrumador se apoderó de sus huesos, como si la hubiera atropellado un camión. Todos los músculos le dolían en señal de protesta. Por suerte, tenía el día libre. De lo contrario, en ese estado, ¿cómo iba a poder ir a trabajar?
Una sospecha cruzó su mente. Lucas sabía que hoy no trabajaba. ¿La había llevado deliberadamente al límite la noche anterior, entregándose sin reservas?
Al sentir que Belinda estaba despierta, Lucas la atrajo hacia su pecho y le rozó el cuello con los labios. —Buenos días —dijo con voz ronca y somnolienta, impregnada de un encanto irresistible.
Belinda no tenía ganas de hablar con él después de la noche anterior, pero el calor de su aliento sobre la sensible piel de su cuello le provocó un escalofrío involuntario.
—¡Levántate ya! Tengo el día libre y tengo que ir a visitar a mi abuela. —Belinda se volvió hacia él y le empujó con las manos contra el pecho, fingiendo estar irritada.
Lucas se rió entre dientes, sin inmutarse. —Está bien, cariño. Lo que tú digas. —Su tono era indulgente y su mirada estaba llena de afecto.
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