Enamorarme de nuevo de mi esposa no deseada - Capítulo 1184
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Capítulo 1184:
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Se había preguntado qué tipo de persona podía despertar tal devoción en ella.
Pero resultó que…
El hombre del que había estado celoso en secreto era él mismo.
El afecto inquebrantable de Belinda siempre había sido para él.
Cuando la verdad se asentó, una oleada de euforia recorrió a Lucas.
Su mirada sobre Belinda se intensificó, rebosante de una nueva profundidad.
Al final, Belinda ni siquiera sabía cómo había terminado siguiendo a Lucas a un hotel.
En el instante en que la puerta de la lujosa suite se cerró, la contención de Lucas se hizo añicos. Con un brazo, atrajo a Belinda hacia sí, presionándola contra él, mientras con la otra mano le acariciaba suavemente el rostro. Inclinándose, capturó sus labios en un beso apasionado.
El beso de Lucas fue profundo, ardiente, lleno de un deseo inexpresable.
Belinda cerró los ojos mientras se derretía en su abrazo, inclinando la cabeza hacia atrás e instintivamente rodeando su cintura con los brazos. Ella respondió a su fervor con igual pasión.
El mundo a su alrededor se desvaneció hasta perder toda su importancia, dejando solo el ritmo frenético de sus corazones.
Perdido en el momento, Lucas levantó a Belinda sin esfuerzo, en un abrazo posesivo y tierno a la vez. Cuando cayeron juntos sobre la cama, sus respiraciones eran entrecortadas.
Apoyándose sobre ella, Lucas la miró con ojos oscuros e intensos, en cuyo fondo se mezclaban el deseo y el amor.
Su intensidad era abrumadora y provocó un escalofrío en Belinda. Ella apartó la mirada, pero él no se lo permitió. Con un suspiro silencioso, ella se acercó a él y le acarició el cabello con los dedos mientras lo atraía hacia sí para darle otro beso.
Sus cuerpos se presionaron uno contra el otro y el calor entre ellos se volvió embriagador. Las manos de Lucas la recorrieron, cada caricia deshaciendo las barreras entre ellos. A su vez, Belinda deslizó los dedos por los botones de su chaqueta, con las manos ligeramente temblorosas mientras lo desnudaba.
Pronto, yacían desnudos el uno ante el otro, bañados por la suave luz dorada de una única lámpara de noche. Las sombras bailaban sobre la piel de porcelana de Belinda, creando un aura etérea a su alrededor.
La mirada de Lucas recorrió su cuerpo, bebiendo cada centímetro de su belleza, como si estuviera admirando una obra maestra esculpida por los propios dioses.
Al sentir el peso de su admiración, Belinda sintió que sus mejillas se sonrojaban. Avergonzada, instintivamente levantó una mano para ocultarse.
Una risa ronca brotó del pecho de Lucas, baja y tentadora. Suavemente, le apartó los dedos y le dio un beso prolongado en la palma de la mano. —Eres impresionante —murmuró.
Belinda apartó la cabeza, incapaz de sostener su mirada.
Pero entonces, sin previo aviso, Lucas cambió sus posiciones con un movimiento rápido y sin esfuerzo.
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