Enamorarme de nuevo de mi esposa no deseada - Capítulo 1143
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Capítulo 1143:
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Pero como no había pruebas concretas, decidieron no insistir más en el tema.
Aun así, después de este incidente, ambos se volvieron aún más protectores con Belinda. Incluso cuando Belinda iba al baño, Bethany insistía en acompañarla.
Belinda pensaba que era un poco exagerado, pero en el fondo sentía una calidez que no podía expresar con palabras.
Después de la cena, Lucas llegó para recoger a Belinda.
En un abrir y cerrar de ojos, habían pasado dos días.
Esa tarde, Verena se dirigió al spa para su masaje habitual. Era uno de sus caprichos favoritos: visitaba el spa dos veces por semana sin falta.
Quizás el cansancio la estaba pasando factura últimamente, porque, a medida que avanzaba el masaje, los movimientos relajantes la arrullaron hasta dormirla.
—¿Señorita Reed? ¿Señorita Reed? —La masajista, al darse cuenta de que Verena se había quedado dormida, la llamó suavemente dos veces y le dio un ligero codazo.
Pero Verena no respondió.
La masajista se apresuró a quitar los dos pequeños tapones que le tapaban la nariz y se dirigió en silencio hacia la puerta. Con cuidado y precisión, la abrió.
En el instante en que se abrió la puerta, una mujer enmascarada entró…
—Haga lo que tenga que hacer, pero rápido. No tiene más de cinco minutos —susurró la masajista con ansiedad a la mujer enmascarada.
La mujer asintió con un gesto seco. —Entendido. Espera en el baño. Te llamaré cuando haya terminado.
—De acuerdo. Sin decir nada más, la masajista se deslizó dentro del baño y cerró la puerta en silencio.
A continuación, la mujer se acercó a la cama con pasos lentos y deliberados. Si Verena hubiera estado despierta, habría reconocido inmediatamente a la mujer: era Kylee.
Kylee metió la mano debajo de la almohada de Verena y sacó su teléfono con precisión experta. Con cuidado, levantó la mano flácida de Verena y presionó la yema de su dedo contra la pantalla para desbloquear el dispositivo.
Sus dedos se movieron con rapidez, abriendo primero la galería de fotos. Se desplazó por docenas de imágenes, pero no encontró nada significativo.
Frustrada, pasó a otras aplicaciones, examinándolas hasta que encontró Cloud.
Al abrirla, volvió a utilizar la huella dactilar de Verena para saltarse la seguridad.
Metódicamente, examinó los archivos almacenados.
Entonces lo encontró. En un álbum oculto, encontró exactamente lo que estaba buscando.
En cuanto lo abrió, se le cortó la respiración. Su expresión se ensombreció, convirtiéndose en una máscara de pura rabia.
El álbum estaba lleno de fotos explícitas de ella.
Un fuego se encendió en su pecho, ardiente, consumidor y despiadado. Lo único que quería ahora era matar a Verena. Pero sabía que no era el momento de actuar de forma imprudente. Se obligó a mantener la compostura.
Actuar por impulso solo la llevaría a su propia perdición.
Apretó el teléfono con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos como la cal. Las venas le latían con furia en la frente, y todo su ser rebosaba de un odio incontenible.
Entonces, unos suaves golpes en la puerta del baño la devolvieron a la realidad.
La masajista le indicaba que se había acabado el tiempo.
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