Enamorarme de nuevo de mi esposa no deseada - Capítulo 1138
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Capítulo 1138:
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No, la verdadera razón era obvia: sentía algo por Belinda.
¿Por qué si no se habría arrodillado ante Rhys y se habría apuñalado repetidamente solo para protegerla?
Eso no era algo que se hiciera por mera responsabilidad, era un acto impulsado por el amor.
Pero Lucas no iba a contárselo a Belinda.
Desde luego, no iba a ayudar a su rival en el amor a confesar sus sentimientos a la mujer que él amaba.
Aclarando la garganta, Lucas dijo fríamente: —Ya he dispuesto que un cuidador te atienda durante tu recuperación, Darwin. Si necesitas algo más, ponte en contacto conmigo directamente.
El mensaje de sus palabras era muy claro: Darwin podía ponerse en contacto con él, no con Belinda.
Darwin frunció ligeramente los labios al cruzar la mirada con Lucas. —De acuerdo. Gracias, señor Clark.
Poco después, Lucas y Belinda se marcharon.
Justo antes de salir, Belinda se volvió hacia Darwin y le dijo: —Mientras te recuperas, yo misma te traeré la comida todos los días.
Una sonrisa se dibujó en los labios de Darwin, que asintió con la cabeza.
Lucas, por su parte, se puso visiblemente tenso y su expresión se ensombreció.
Ni siquiera intentó ocultar su descontento.
De vuelta en el coche, Belinda no pudo evitar fijarse en la tormenta que se avecinaba en el rostro de Lucas. Inclinó la cabeza con curiosidad. —¿Qué pasa? ¿Por qué estás tan enfadado? ¿Alguien te ha molestado?
Lucas le lanzó una mirada afilada, con la frustración a punto de desbordarse. —Tú.
Belinda parpadeó, confundida. —¿Yo? ¿Qué he hecho?
Lucas exhaló bruscamente. —Estoy celoso.
Belinda arqueó las cejas, ligeramente sorprendida. —¿Celoso? ¿De… Darwin?
Lucas no respondió, pero la dureza de su expresión lo decía todo.
Belinda suspiró, resignada.
Extendió la mano y le revolvió el pelo a Lucas en broma. —Lucas, no hay motivo para que estés celoso. No siento nada por Darwin. No te enfades.
Lucas dijo enfadado: —¡Ahora vas a cocinar para él y a llevarle la comida todos los días! ¡Claro que estoy enfadado!
Sus ojos se clavaron en los de ella, intensos e inquebrantables. —¡Belinda, tú me perteneces! ¡No permitiré que trates tan bien a otro hombre!
Belinda arqueó una ceja y dijo: —Solo he dicho que me encargaría de las comidas de Darwin, no que sería yo quien las cocinara o se las llevara.
Lucas se quedó momentáneamente atónito ante su respuesta, pero pronto su expresión se suavizó.
«Así está mejor», murmuró, aunque aún quedaba un rastro de insatisfacción en su tono.
Belinda suspiró y se acercó a él. «Vamos, no te enfades ni te pongas celoso, ¿vale? Darwin y yo solo somos amigos, nada más».
Lucas no respondió de inmediato. Tras una breve pausa, se inclinó y dijo: «Bésame ahora».
Belinda soltó una risita ante su petición casi infantil.
Le acarició suavemente la cara con las manos y presionó sus labios contra los de él, no solo un beso fugaz, sino un beso lento y prolongado lleno de afecto.
Lucas, incapaz de resistirse, la rodeó con sus brazos y profundizó el beso.
Lo que comenzó como un beso suave se convirtió rápidamente en uno apasionado.
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