Enamorarme de nuevo de mi esposa no deseada - Capítulo 1134
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Capítulo 1134:
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Mientras Belinda veía cómo se llevaban a Darwin al hospital, finalmente exhaló, liberando el aire que no se había dado cuenta de que estaba conteniendo.
En ese momento, la expresión de Lucas se ensombreció.
Cuando estaba a punto de desatar a Belinda, se fijó en las tres heridas sangrantes que tenía en el brazo.
Un destello peligroso brilló en sus ojos.
Se giró lentamente y clavó la mirada en Rhys, que ahora estaba inmovilizado.
—Rómpele las manos —ordenó Lucas con voz fría y baja, conteniendo a duras penas su furia.
¿Cómo se atrevía Rhys a hacerle daño a Belinda?
—Entendido —respondió el guardaespaldas de negro sin dudar antes de arrastrar a Rhys lejos de allí.
Lucas volvió hacia Belinda y la desató rápidamente.
Luego se inclinó y sopló suavemente sobre sus heridas, con el rostro nublado por la preocupación. —¿Te duele? —le preguntó con ternura.
Belinda, mirándolo a los ojos, hizo un pequeño puchero. —Sí —admitió.
No tenía motivos para fingir fortaleza ante el hombre al que amaba.
El corazón de Lucas se encogió ante su vulnerabilidad.
Se inclinó hacia ella y le dio un tierno beso en la frente, con voz llena de reproches. —Es culpa mía. Debería haberte protegido mejor. Te he fallado.
Belinda negó ligeramente con la cabeza. —No es culpa tuya, Lucas.
Aun así, Lucas no podía quitarse de encima el peso de la culpa que lo oprimía. Tomándole la mano, le habló en voz baja. —Vamos, volvamos al coche. He traído a un médico para que te cure las heridas.
—De acuerdo —asintió Belinda sin oponer resistencia.
Después de que le curaran las heridas, Lucas condujo hasta el Grand Plains General Hospital.
Cuando llegaron, ya eran más de las once de la noche. Lucas no deseaba otra cosa que llevar a Belinda a casa y asegurarse de que descansara después de todo lo que había pasado.
Había soportado un secuestro, heridas y una indudable confusión emocional.
Pero Belinda se había negado a ir a casa.
Creía que tenía que ver a Darwin para asegurarse de que estaba realmente fuera de peligro.
Lucas no tuvo más remedio que ceder y acompañarla.
Fuera del quirófano, Belinda caminaba nerviosa, incapaz de quedarse quieta. Lucas, al verla tan preocupada por Darwin, sintió una punzada de celos.
—Belinda, ven a sentarte —le dijo, tomándole la mano con delicadeza y guiándola hacia el banco.
Belinda obedeció, pero la preocupación en sus ojos no desapareció.
—Lucas… ¿Crees que Darwin se pondrá bien? —preguntó.
Lucas la miró a los ojos, con expresión decidida. —Lo hará. No te preocupes. Aunque no estaba seguro, sabía que Belinda necesitaba tranquilidad más que nada en ese momento.
Belinda se mordió el labio, todavía con aspecto preocupado.
Al cabo de un rato, pareció darse cuenta de algo. Levantó la vista y miró a Lucas con curiosidad. —Lucas, ¿cómo sabías dónde encontrarme antes?
Lucas se quedó en silencio unos instantes tras escuchar las palabras de Belinda. Luego dijo: «Darwin me llamó para avisarme».
Cuando Lucas y su gente llegaron y vieron lo que estaba pasando arriba, actuaron de inmediato y trazaron un plan sobre la marcha.
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