Enamorarme de nuevo de mi esposa no deseada - Capítulo 1091
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Capítulo 1091:
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Lucas tenía el rostro sombrío y la mandíbula apretada por la furia.
Belinda lo miraba con ojos helados, radiante de desprecio.
Alzando la voz, dijo: «¡Lo único que te importa es tu hijo! ¿Alguna vez te has parado a pensar en el dolor que tus actos pueden causar a los demás?».
El recuerdo de su angustia resurgió vívidamente. Cuando creía que estaba infectada con el VIH, la desesperación la había asfixiado. Su mundo se había derrumbado.
En ese momento, mientras deambulaba sin rumbo por el puente, un pensamiento aterrador había cruzado su mente: quería saltar del puente y acabar con todo.
El rostro de Diego estaba inundado de arrepentimiento. «¡Sé que me equivoqué! ¡Ahora lo entiendo todo! Créeme, ¡me arrepentí después! Pero… no me quedaba otra opción. Como padre, ¿cómo iba a quedarme de brazos cruzados y dejar que le cortaran la mano derecha a mi hijo? ¡Tenía que hacerlo en ese momento!».
«¿No te quedaba otra opción?», repitió Lucas, con un tono inquietantemente tranquilo. Entonces, una sonrisa burlona se dibujó en sus labios. «Bien dicho».
Volvió la cabeza, miró a Gordon a los ojos y dio una orden escalofriante. —Captura a su hijo y córtale la mano derecha.
Las palabras hicieron temblar la sala, dejando a todos paralizados en un silencio atónito.
Belinda se volvió instintivamente hacia Lucas.
El rostro de Diego se descoloró al instante.
Miró a Lucas con la boca abierta, incapaz de creer lo que acababa de decir.
El pánico se apoderó de él y, en un acto de pura desesperación, cayó de rodillas, con las manos juntas en un gesto suplicante. —¡No, señor Clark! ¡NO! ¡Por favor, no le haga esto a mi hijo! ¡Sé que me equivoqué! ¡De verdad! ¡Por favor, denos otra oportunidad! —Su voz se quebró, llena de desesperación.
El rostro de Lucas permaneció impasible, su actitud fría.
—Sí, señor Clark. —Gordon asintió con la cabeza y se dio la vuelta para cumplir la orden.
—¡Señor Clark, por favor! ¡Doctor Wright, se lo ruego! Ahora comprendo mi error… —Las súplicas de Diego se volvieron frenéticas mientras sollozaba incontrolablemente.
Nunca había imaginado que, a pesar de todos sus esfuerzos, su hijo seguiría enfrentándose al mismo destino espantoso. ¿Cómo podía estar pasando esto?
Belinda miró a Diego, con los labios ligeramente entreabiertos, como si quisiera decir algo, pero las palabras nunca salieron.
Al final, respiró hondo y se dio la vuelta.
Sin más dilación, Lucas y Belinda ordenaron a dos guardaespaldas que escoltaran a Diego directamente al Hospital General Grand Plains. Ellos también los acompañaron.
Lucas y Belinda se dirigieron directamente a la oficina del director.
No tardó mucho en llegar Caiden.
—Señor Clark, doctora Wright, ¿qué les trae por aquí? —preguntó el director, con voz inquieta.
Caiden le había informado de que Belinda había accedido a convencer a Lucas de que no atacara su hospital, pero no estaba seguro de que sus palabras influyeran realmente en Lucas.
Ahora, al verlos a los dos en el hospital, con expresión solemne, el director se sintió ansioso y preocupado.
Belinda se volvió hacia él, con el rostro desprovisto de calidez. —Hay un problema con los resultados de mi análisis de sangre.
Su voz era firme, cada palabra medida. —Cuando me hicieron las pruebas en el Hospital General de Grand Plains, alguien manipuló deliberadamente los resultados. Desde entonces, me he sometido a análisis de sangre en otros seis hospitales y todos han confirmado resultados negativos.
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