Enamorarme de nuevo de mi esposa no deseada - Capítulo 1076
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Capítulo 1076:
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Belinda contuvo el aliento ante aquella inesperada ternura. Sus dedos se curvaron ligeramente mientras instintivamente apretaba la mano de él, disfrutando del calor de su tacto.
La recuperación de Kenia progresaba a buen ritmo y, a la mañana del tercer día, la trasladaron de la UCI a una habitación normal.
En cuanto se instaló, empezaron a llegar visitas una tras otra.
Mollie y Santino fueron los primeros en visitarla, seguidos poco después por Harold y Norma.
Harold, con voz firme y tranquilizadora, miró a Kenia. —Descansa, Kenia. Con Lucas cuidando de Belinda, ella estará bien.
Luego dirigió la mirada hacia Belinda, con expresión sincera. —Belinda, pase lo que pase, quiero que sepas que Norma y yo siempre te hemos considerado nuestra nuera, y nada cambiará eso.
Norma asintió con énfasis, con voz cálida pero decidida. —Así es, querida. Quédate al lado de Lucas. No tienes que preocuparte por nada más.
Al ver su apoyo incondicional, Belinda sintió un nudo en la garganta. Desde aquella terrible experiencia, se había vuelto más vulnerable emocionalmente y se emocionaba con facilidad.
—Harold, Norma, gracias… —La voz de Belinda temblaba ligeramente.
Kenia, que presenciaba la escena, sintió una gratitud y un alivio abrumadores. Se volvió hacia Harold y Norma y les dio las gracias repetidamente, con la voz llena de emoción.
Después de pasar un rato con Kenia, Harold y Norma se marcharon, dejando a Belinda a solas con Kenia.
Belinda tomó la mano de Kenia y la apretó suavemente. —Ahora ya puedes dejar de preocuparte por mí, ¿verdad?
Kenia exhaló suavemente y asintió con la cabeza. —Sí.
La sonrisa de Belinda se suavizó. —Bien. A partir de ahora, concéntrate en recuperarte. Eso es lo único que importa.
Kenia dudó un momento, como si quisiera decir algo, pero finalmente decidió guardar silencio y se limitó a asentir con la cabeza.
Belinda se dio cuenta de su vacilación, pero decidió no comentar nada.
En ese momento, se oyó un suave golpe en la puerta.
A continuación, la puerta se abrió.
Belinda levantó la vista y, en cuanto vio la figura que se encontraba en la puerta, entrecerró ligeramente los ojos.
Carola entró en la habitación del hospital con un ramo de flores frescas en los brazos y un aire sereno.
Detrás de ella iban Lyle y Mitchell, uno con una cesta de fruta cuidadosamente dispuesta y el otro con una selección de suplementos nutricionales de alta calidad.
Belinda no esperaba su visita.
No se quedaron mucho tiempo. Tras intercambiar algunas preguntas corteses sobre el estado de Kenia y sentarse un momento, se despidieron.
Antes de irse, Kenia se volvió hacia Belinda. —Acompáñalos, querida.
Belinda los siguió en silencio hasta el pasillo. Una vez que la puerta de la habitación se cerró detrás de ellos, Carola se volvió hacia Belinda y le dijo con voz mesurada: —Belinda, ¿podemos hablar?
Belinda apretó los labios, dudó un momento y luego se dirigió a un banco cercano y se sentó. —¿De qué quieres hablar? —Su tono era distante.
Carola se sentó a su lado, ajustando su postura como si estuviera pensando cuidadosamente sus siguientes palabras.
Antes de que Carola pudiera hablar, Belinda dijo: «Cumpliré mi promesa». Su voz era firme, pero había un tono cortante en ella. «Ya he hablado con mi madre. No volverá a poner un pie en la residencia Wright, y yo tampoco. No tienes que preocuparte, nos mantendremos al margen de vuestras vidas».
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