Enamorarme de nuevo de mi esposa no deseada - Capítulo 1000
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Capítulo 1000:
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Jennifer finalmente entendió lo que Lucas quería decir.
Su rostro se puso mortalmente pálido.
Sacudió la cabeza hacia Sanford y lágrimas de desesperación llenaron sus ojos. «Papá, no, ¡por favor, no hagas esto!»
Sanford no respondió; su expresión reflejaba la gravedad del momento.
¿Debía proteger la empresa o el bienestar de su hija?
Lucas le estaba obligando a elegir. ¡Era realmente cruel!
«¡Sr. Clark, se lo ruego!». La súplica de Sanford resonó de nuevo en el tenso silencio.
«Sr. Gordon, mi tiempo es valioso y mi paciencia se está agotando», declaró Lucas, con un tono rebosante de impaciencia.
Una mirada de derrota se apoderó de Sanford; la confusión le destrozaba el corazón.
Realmente no sabía cómo tomar esta difícil decisión.
Lucas no le dio mucho tiempo para pensar. «Te doy tres segundos. Tres, dos, uno…».
«¡Elige la empresa!». La decisión de Sanford estalló casi simultáneamente con la cuenta atrás de Lucas.
«¿Papá?». Jennifer lo miró fijamente, la incredulidad tiñendo sus rasgos.
Estaba horrorizada por la decisión de su padre de anteponer la empresa a ella. La mirada de Sanford era gélida. —¡Hablaste fuera de lugar y debes afrontar las consecuencias!
Jennifer respondió con silencio, pálida. Se levantó del suelo, decidida a escapar.
Sin embargo, estar arrodillada durante tanto tiempo le había debilitado las piernas, lo que hizo que se desplomara con un ruido sordo en cuanto se puso de pie.
Lucas hizo un gesto. Inmediatamente, aparecieron dos guardaespaldas vestidos de negro.
Se apresuraron hacia Jennifer y la sujetaron con firmeza.
«Sr. Gordon, adelante», dijo Lucas.
Sanford no podía echarse atrás ahora.
Temblando, recogió las tijeras del suelo y se enfrentó a Jennifer.
—No, papá, no… ¡Por favor! ¡No lo hagas! ¡Soy tu hija! —Las súplicas de Jennifer eran frenéticas mientras sacudía la cabeza con desesperación.
A pesar de sus esfuerzos, el agarre de los guardaespaldas era inquebrantable.
Sanford agarró la lengua de Jennifer y, sin dudarlo un segundo, levantó las tijeras…
—Ah… —Un grito de agonía rompió el silencio.
La sangre salpicó el rostro de Sanford.
Le temblaban las manos cuando dejó caer las tijeras y cerró los ojos.
Tras un profundo silencio, se volvió lentamente hacia Lucas. —Sr. Clark, ¿es suficiente?
La voz de Lucas era escalofriante. —De ahora en adelante, no quiero volver a verla en Owathe.
—Entiendo. Sanford asintió repetidamente, con el rostro pálido como un fantasma.
—Vete —ordenó Lucas, y luego se dio la vuelta para regresar a su finca. Al cabo de un rato, cuando se alejaba del garaje en coche, el padre y la hija ya se habían ido.
Lucas condujo hacia la casa de Belinda.
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