Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 999
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Capítulo 999:
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«¿De verdad tienes que ser tan cruel?». La voz de Felipe se quebró mientras intentaba mantener la compostura. Este no era el final que se había imaginado.
Kristian se encontró con su mirada. «Deja de acercarte a Farrah», dijo, cada palabra deliberada e inquebrantable. «En aquel entonces, si Freya no hubiera intervenido, Farrah podría haber perdido a su bebé por tu culpa. Estar cerca de ti le trae recuerdos que intenta olvidar».
Hizo una pausa, dejando que las palabras calaran. «Farrah no es como Freya. No puede dejar atrás el pasado y no tiene la fuerza de Freya. Si de verdad te importa su bienestar, hazle un favor y aléjate».
Felipe abrió la boca para protestar, pero no salió ninguna palabra. Las palabras de Kristian sonaban verdaderas. En aquel entonces, si Freya no hubiera intervenido, Felipe habría luchado con uñas y dientes para poner fin al embarazo de Farrah. Había dudado incluso de que el niño fuera suyo. Un médico había advertido que el embarazo era peligroso para la salud de Farrah, y Felipe nunca habría permitido que continuara.
«Pero sigo siendo el padre», insistió, con la voz baja y los hombros rígidos por la frustración y la culpa.
La réplica de Kristian le cortó en seco. «¿Intentas que Farrah se arrepienta de haber tenido el niño? Si sigues entrometiéndote y complicándole las cosas, quizá empiece a desear haber tomado otra decisión».
Felipe se quedó clavado en el sitio, con el escozor de aquellas palabras grabado en la frente. Por primera vez se preguntó si su presencia no estaría empeorando las cosas.
«¿Qué se supone que debo hacer entonces?», preguntó, con el tono tenso por la inquietud.
La respuesta de Kristian fue fría y mesurada. «Cuando nazca el bebé, reserva dinero para ella todos los meses. Que quede claro que lo haces por la niña, no por Farrah. Da libremente, Felipe. No te contengas».
Felipe lo miró con fastidio. Kristian le hacía parecer un tacaño.
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Rápidamente se desvió. «¿Y qué hay de ti? Freya lo ha superado, ¿por qué sigues en Alerith? ¿No te recuerda todo a ella?»
La mirada de Kristian permaneció ilegible. «Tengo cosas que terminar».
Felipe insistió. «¿Qué cosas?»
«No son asunto tuyo».
La paciencia de Felipe se quebró. «¡Increíble! Cada vez que pregunto, dices que no es asunto mío. ¿No puedes darme una respuesta directa de una vez?».
El tono de Kristian se endureció. «Estoy ocupado. Lárgate».
Felipe se quedó allí, echando humo, antes de salir furioso, murmurando maldiciones en voz baja. Cuando la puerta se cerró de golpe, Kristian exhaló y se acercó a su escritorio. Recogió la carpeta que Gerard le había entregado antes: los resultados de la investigación sobre Ellis.
Sólo había hojeado unas pocas páginas antes de que apareciera Felipe. Volvió a acomodarse y pasó la mirada por las páginas. Esta vez leyó cada línea y sus ojos se detuvieron en la parte en la que Ellis abandonaba la organización militar especial. El alivio suavizó sus rasgos durante un breve instante.
Si Ellis estaba fuera, al menos Freya tendría a alguien capaz de protegerla. Siguió leyendo, memorizando detalles sobre los amigos y la red social de Ellis, saltándose cuidadosamente las sombras de aquella misteriosa organización.
Al final, no sabía muy bien qué sentir. Le escocía el orgullo, pero todo lo que Gerard había desenterrado -y todo lo que Kristian recordaba- apuntaba a la misma conclusión. Ellis era probablemente la persona adecuada para Freya. El hombre cuidaría de ella.
La mirada de Kristian se detuvo en el expediente, con una expresión ilegible mientras procesaba cada detalle. Por fin, cerró el informe y lo apartó a un lado, con la frustración levemente grabada en el rostro. La investigación había ido mucho más allá de una simple comprobación de antecedentes. Gerard había rastreado a conocidos, presionado en busca de información y rastreado todas las pistas disponibles.
Pero cuanto más escarbaban, más impenetrables se volvían los secretos de la organización. No importaba a cuántas puertas llamara Gerard, las respuestas siempre se detenían ante un muro de silencio: un grupo hermético, ferozmente protector de los suyos.
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