Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 957
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Capítulo 957:
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«Sí.»
«¿Cómo te sientes ahora?»
«No lo sé.» La voz de Kristian salió cruda, llena de cansada derrota. «Y no sé qué hacer».
«Déjala ir», dijo Zander suavemente, con voz suave y firme. «Si está con alguien que la trata bien, si es feliz… entonces quizá sea hora de que tú también la dejes ir».
Kristian negó con la cabeza, dejando caer la barbilla sobre el pecho.
No contestó.
¿Cómo iba a dejarla marchar?
«No estarás pensando en recuperarla, ¿verdad?». preguntó Zander de repente.
«No», respondió Kristian, con voz firme.
Si Freya fuera soltera -si Ellis no hubiera entrado en escena- no habría dudado. La habría perseguido, por mucho que le doliera. Pero ahora era demasiado tarde. No podía arruinar su felicidad.
«Tómate un tiempo para descansar. Discúlpate como es debido. Luego sigue adelante», dijo Zander, tranquilo y sereno. «Dejad que los dos volváis a respirar».
Kristian no dijo nada. No podía seguir adelante a menos que supiera que ella era realmente feliz.
Siguieron bebiendo un rato más, y el alcohol hizo mella en él.
Se quedó sentado, mirando su teléfono, con los pensamientos dándole vueltas en todas direcciones. Quería llamar a Freya. Quería decirle que la echaba de menos. Que la quería.
Pero una pizca de razón todavía se aferraba a él. No podía volver a molestarla. Desgarrado e inquieto, cogió el teléfono, lo miró fijamente durante lo que le pareció una eternidad, y luego lo metió debajo del sofá.
Fuera de su vista. Fuera de su alcance.
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Aunque bebiera hasta emborracharse, no podría recuperarlo.
Zander observaba a Kristian en silencio, con los labios apretados en una línea, una tormenta de emociones enredadas agitándose bajo su fachada tranquila. Sin su teléfono, Kristian seguía bebiendo una copa tras otra.
Pero no era el alcohol lo que le nublaba la cabeza: ya estaba perdido en una neblina de emociones, ahogado en los recuerdos de los primeros días con Freya, aquellos primeros meses después de casarse.
Hubo un tiempo en que la felicidad les había llegado con facilidad. Pero él lo había destrozado todo con sus propias manos.
Zander se movió para ayudar a su amigo a levantarse, planeando guiarlo de vuelta a su habitación para que descansara un poco. Sin embargo, Kristian lo agarró del brazo. «Dame mi teléfono».
«No sé dónde está».
«Entonces llama a Freya por mí».
«No tengo su número».
«Lo recuerdo, te lo diré».
«Ella ya está dormida. ¿De verdad quieres despertarla?» Zander preguntó, su voz uniforme.
La luz en los ojos de Kristian parpadeó y se atenuó. Se quedó congelado un momento antes de murmurar: «No».
Zander no podía poner nombre al sentimiento que crecía en su interior. Kristian había tenido una vida encantadora: brillante en la escuela, una estrella en su carrera, el chico de oro del que presumiría cualquier padre. Y ahora, al mirarlo, parecía un niño perdido, completamente abandonado.
Kristian soltó la mano de Zander y regresó tambaleándose a su habitación, desplomándose pesadamente sobre la cama.
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