Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 921
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Capítulo 921:
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Freya dudó. No estaba segura de si decírselo era lo correcto. Pero el tono de Kristian era firme ahora: tranquilo, sombrío, pero sin los bordes dentados de antes.
«No pasa nada. Dímelo. Puedo manejarlo».
«Dijo… que puede ayudarte a recuperar tus recuerdos», respondió Freya.
«Depende de ti cuándo. Tú decides el momento».
«De acuerdo», dijo Kristian. Nada más. Sólo silencio y masticación constante, un bocado tras otro.
Freya lo observó atentamente. Horas atrás, había sido un hombre en el cepillo, ahora, sólo parecía … agotado.
Diez minutos después, Kristian dejó su plato vacío.
Se volvió hacia Ellis. «Quiero hablar. Sólo nosotros».
«¿Dónde?»
«En el estudio de Freya».
«De acuerdo.»
Sin dirigirle otra palabra, los dos se dirigieron al estudio, cerrando la puerta tras de sí.
Las emociones de Kristian se mantuvieron firmes -apenas atadas, gracias a la medicina-, pero la calma no opacó el filo de lo que necesitaba decir. Dentro de aquella habitación, el aire estaba cargado de verdades no dichas, y Freya se quedó mirando desde fuera.
Todo lo que sabía era que Kristian fue el primero en salir. No dijo nada, sólo se dirigió a su habitación y cerró la puerta.
En el balcón, bajo el fresco cielo nocturno, Kristian sacó su teléfono y marcó el número de Lawrence con sombría determinación.
En ese momento, Lawrence estaba ocupado: Jacob estaba ante él, entregándole ropa limpia y charlando despreocupadamente. Lawrence sintió un extraño calor en el pecho.
A Jacob todavía le importaba.
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Pero justo cuando Lawrence empezaba a sentir ese raro consuelo, su teléfono zumbó bruscamente.
Miró la pantalla y vio el nombre de Kristian. Su mandíbula se tensó. El momento se hizo añicos. Reprimiendo la frustración que surgía como una marea creciente, Lawrence respiró hondo y se tranquilizó. Más le valía a Kristian tener una buena razón para llamar.
Lawrence debía decir que Kristian tenía la costumbre de arruinarle los momentos cada vez que lo hacía.
Jacob, siempre ilegible, echó un vistazo y notó que Lawrence miraba su teléfono sin responder, su voz fría y distante como siempre. «Te dejé algo de ropa aquí. La cena está en la mesa de fuera. Come cuando termines con tu llamada».
«Jacob». Lawrence llamó, ignorando por el momento el persistente timbre del teléfono.
Jacob se volvió, con expresión impasible, casi indiferente. La mirada de Lawrence brillaba de confusión. Tras una pausa que se prolongó demasiado, finalmente preguntó: «Todavía te importo, ¿verdad?».
«Contesta al teléfono». Y Jacob se marchó, dejando la pregunta flotando en el aire como el humo.
¿Le importaba? Ni siquiera él tenía la respuesta. Pero si había algo que sabía con certeza, era que no había perdonado el pasado. Dejar que Lawrence se quedara esta vez había sido por lástima, nada más.
Cuando la puerta se cerró tras él, Lawrence apretó la mandíbula y miró el aparato que seguía sonando. Si no hubiera sido por aquella maldita llamada, quizá Jacob habría dicho algo.
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