Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 919
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Capítulo 919:
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«¿Cómo comenzó esta relación?» El paisaje interno de Kristian se agitaba con turbulencias, un torbellino de negatividad aplastándole las costillas.
Nadie podía comprender el tormento que soportaba, de pie en la periferia mientras absorbía aquellas revelaciones.
¿Por qué Freya había aceptado el cortejo de Ellis? ¿Por qué lo había rechazado con tanta firmeza? ¿Por qué?
«Esta tarde», dijo Freya sin vacilar, su tono directo. «Ve a lavarte las manos y come. Después de nuestra comida, tengo algo importante que discutir contigo».
«¿Por qué elegirlo a él en vez de a mí?» La contención emocional de Kristian se derrumbó, desatando sentimientos que antes había reprimido. «¿No declaraste una vez tu indiferencia hacia él? ¿Juraste no aceptar nunca sus insinuaciones?»
«Esas declaraciones pertenecían a mi yo del pasado, no a mi realidad actual». Freya reconoció que sólo la honestidad directa sería suficiente ahora. «Come primero».
Kristian permaneció inmóvil. Luchaba por comprender esta desconcertante transformación. Hacía apenas unas horas, ¿no le había elegido ella con decisión y había rezado por su supervivencia? ¿Cómo había podido cambiar todo tan drásticamente en un intervalo tan breve?
Mientras luchaba contra la tormenta en su interior, Kristian sintió que sus emociones se desenredaban como los hilos de un tapiz deshilachado, a punto de romperse. Toda la furia y la amargura que había enterrado como huesos bajo el suelo volvieron corriendo, ahogando su corazón en un torrente de resentimiento que ya no podía contener.
Freya había sido amable con él en los últimos días. Y en un abrir y cerrar de ojos, había elegido a otra persona, como si él no hubiera sido más que una sombra pasajera.
«Si nunca te importé, ¿por qué te molestaste en salvarme?» le preguntó Kristian a Freya, con la voz entrecortada por el dolor y la confusión. «Podrías haberme dejado morir. ¿No te habrías ahorrado todo este lío?».
Freya frunció las cejas. ¿Se estaba descontrolando?
Justo entonces, Ellis apareció, sus pasos cortando el aire tenso como un cuchillo.
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En cuanto Kristian lo vio, se desató la tormenta en su interior. Sus emociones rugieron como una marea creciente que no podía contenerse. Justo cuando Kristian abrió la boca, Ellis se adelantó y, con escalofriante precisión, le golpeó en la nuca.
La oscuridad se tragó el mundo de Kristian en un instante. Se desplomó como una marioneta con los hilos cortados. Ellis lo atrapó justo a tiempo.
Freya parpadeó en silencio, sorprendida por el repentino giro de los acontecimientos.
«Hay una bolsa en mi habitación con medicamentos», dijo Ellis con frialdad, cada palabra medida y tranquila. «Tráela. Yo me ocuparé del resto». Sin dudarlo, Freya se dio la vuelta y se fue.
Regresó instantes después, con la medicina en la mano, tras comprobar dos veces la etiqueta.
Ellis tumbó a Kristian en la cama con cuidado clínico, las manos firmes, el rostro ilegible. Conectó la vía intravenosa y administró el fármaco como si lo hubiera hecho mil veces.
«Es una fórmula especial para calmar los nervios», explicó Ellis, mirándola. «Una vez despierto, debería estar lo suficientemente lúcido como para hablar».
«¿Cuándo te lo dieron?» Freya preguntó, su preocupación lentamente dando paso a un alivio renuente.
«Cuando visité a los militares y pregunté por su estado», respondió Ellis. Su previsión lo decía todo. «Ahora ve a comer. No se despertará hasta dentro de media hora».
Los pensamientos de Freya se enredaron como enredaderas. La preocupación la carcomía. ¿Y si Kristian no podía manejar la verdad detrás de sus recuerdos? Peor: ¿y si lo tergiversaba todo, si veía traición donde no la había? ¿Y entonces qué?
Ellis, siempre observador, captó la tormenta que se estaba gestando detrás de sus ojos. Después de arreglarse, le preguntó amablemente: «¿Qué te preocupa?».
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