Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 883
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Capítulo 883:
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Al descender en el ascensor y salir por la gran entrada del hotel, se encontraron con un obstáculo inesperado: otro grupo de guardaespaldas formaba una barrera protectora ante ellos. El ambiente crepitaba de tensión mientras los dos equipos de seguridad se evaluaban mutuamente, ninguno dispuesto a retroceder.
«Esta es la señorita Briggs, la persona especial del señor Shaw», intervino Gerard con diplomacia. «Ha caído enfermo y ha perdido el conocimiento. Lo está acompañando personalmente para que reciba atención médica».
El equipo de seguridad de Kristian intercambió miradas suspicaces. Una incoherencia lógica los preocupaba: si Kristian realmente necesitaba asistencia médica, ¿no los habrían llamado para facilitar su partida? Algo no encajaba en esta situación.
«Si quieres conservar tu trabajo, te sugiero que despejes el camino», murmuró Gerard al guardaespaldas principal con una intensidad fría y calculada. «El señor Shaw orquestó todo este episodio del desmayo para conseguir la atención nutritiva de la señorita Briggs. Si desbaratas su plan, seguramente te enfrentarás a su ira».
El líder dudó un momento, con la incertidumbre dibujada en su rostro.
Antes de que pudiera decidirse, su visión periférica captó la mano aparentemente sin vida de Kristian haciendo un gesto sutil pero inconfundible. En ese instante, comprendió todo. Inmediatamente hizo una señal a su equipo para que se retirara.
La formación defensiva se disipó, y el equipo de Freya se movió rápidamente, llevando la forma inmóvil de Kristian al vehículo que esperaba.
Una vez a salvo en la intimidad del coche, Freya reajustó cuidadosamente la corbata que se había desarreglado durante el estado de inconsciencia de Kristian, devolviéndola a su estado inmaculado original.
Fue entonces cuando se dio cuenta, con repentina claridad, de que se había olvidado de comer durante todo el día. Había dispuesto sabiamente que el desayuno estuviera listo a su llegada, con la intención de que Kristian comiera en cuanto recobrara el conocimiento.
Sin embargo, incluso después de haber pasado treinta minutos en la tranquilidad de su hogar, Kristian no mostraba signos de despertar.
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Freya estudió su rostro sereno con creciente desconfianza. Según sus cálculos, los efectos de su certero golpe ya deberían haber desaparecido.
¿Podría estar fingiendo inconsciencia?
Se acercó deliberadamente a la cabecera de la cama y estudió su expresión apacible. Recordando su notable talento para el engaño, dijo con firme decisión: «Levántate y desayuna conmigo. Sé que sólo finges estar inconsciente».
Kristian permaneció completamente inmóvil, sin mostrar la menor reacción.
«Si sigues con esta farsa, te echaré este vaso de agua directamente a la cara», amenazó Freya, aunque había un atisbo de jocosidad bajo sus palabras.
Los intensos y enigmáticos ojos de Kristian se abrieron de inmediato. Con gracia mesurada, se incorporó. «Me rechazaste inequívocamente. ¿Por qué me has traído de vuelta?
«¿Cuándo exactamente tus facultades mentales volvieron a la normalidad?» Freya contraatacó.
«El mismo día que visité a Lawrence», confesó Kristian sin vacilar.
Freya se tomó un momento para reflexionar sobre aquel encuentro crucial.
No pudo evitar admirar sus excepcionales dotes interpretativas. Ni siquiera su aguda vista había detectado signo alguno de la recuperación de sus facultades.
A medida que el silencio se prolongaba, la agitación emocional de Kristian se hizo evidente. «¿Te he enfadado?»
«No», respondió Freya, con la voz desprovista de emoción.
Si este engaño lo hubiera llevado a cabo el viejo Kristian, la furia la habría consumido, y se habría sentido manipulada y tonta.
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