Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 84
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Capítulo 84:
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Sus seis meses de separación en camas diferentes habían creado un abismo entre ellos, eliminando tanto la cercanía física como la intimidad. Se acercó a ella deliberadamente, cada paso acortando la distancia, mientras un aura invisible parecía brillar alrededor de su figura.
Freya frunció el ceño con sutil desaprobación, incómoda, como era evidente en su postura.
—Tengo cosas que hacer —anunció, intentando romper la tensión que se estaba creando.
—No me digas que no entiendes lo que significa que Edwin haya dispuesto que estés aquí conmigo. —La voz de Kristian se hizo más grave a medida que su respiración se aceleraba y sus ojos se oscurecían con intensidad—. ¿Crees que voy a dejarte marchar ahora?»
Freya le devolvió la mirada. «¿Estás diciendo que quieres acostarte conmigo?
Kristian se acercó más, captando el aroma fresco que emanaba de su piel. Su voz se redujo a un susurro ronco. «Sí».
Freya permaneció en silencio, su silencio cargado de significado.
Justo cuando se disponía a despedirlo, unos fuertes brazos la levantaron de repente y la depositaron sobre la suave superficie de la cama.
—Kristian… —Su nombre escapó de sus labios como una advertencia.
—No hables. —La imponente figura de Kristian se cernía sobre ella, con los brazos formando una jaula alrededor de su esbelto cuerpo.
Sus rostros se encontraban a pocos centímetros de distancia, y sus respiraciones se mezclaban en el espacio cargado entre ellos.
Freya sintió el calor que irradiaba su cuerpo, que aumentaba por segundos. Después de compartir dieciocho meses de matrimonio y una cama con él, reconocía muy bien esa reacción.
—Últimamente has sido muy traviesa, ¿verdad? —murmuró Kristian, con el aliento rozándole la mejilla—. Hubo momentos en los que quise arrastrarte a casa y ponerte en tu sitio.
Freya no se inmutó ni apartó la mirada.
Kristian bajó la mirada hacia sus labios y se detuvo allí. Su nuez se movió al tragar saliva y la temperatura entre ellos aumentó. Sus ojos se oscurecieron al inclinarse hacia ella. Freya apartó la cabeza.
Kristian siempre había sido el que tenía el control: lideraba, abrumaba, la hacía sentir placer y locura a la vez. Pero ya no era suyo.
—¿Por qué me evitas? Su voz era ronca, de esas que pueden desconcertar incluso a los más decididos.
La respuesta de Freya fue tajante. —No me acuesto con cualquier hombre.
Kristian se quedó inmóvil. Durante un segundo, se limitó a mirarla, como si sus palabras no le llegaran al cerebro. —¿Qué?
—Ya me has oído. —Freya lo miró fijamente—. No finjas que no lo entiendes.
Kristian apretó la mandíbula. —No hemos finalizado el divorcio. —Algo brilló en sus ojos al recordar lo que Gerard había mencionado antes—. Seguimos casados.
La voz de Freya era firme, inquebrantable. —¿Te has olvidado de Ashley? ¿No te preocupa que descubra que compartes mi cama a sus espaldas?
Fue como si le hubiera echado agua fría por encima. El calor entre ellos se evaporó en un instante.
—Muévete —dijo ella con voz tranquila, casi indiferente.
Aunque la mirada de Kristian seguía siendo penetrante, finalmente cedió y se levantó de la cama para sentarse en el salón, con una pesadez palpable a su alrededor.
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