Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 83
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Capítulo 83:
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Entró con paso decidido, cruzando el espacioso salón de la suite hacia el dormitorio. El temido escenario que había imaginado no se materializó; en su lugar, encontró a Freya perfectamente serena, mientras que Edwin parecía completamente empapado y totalmente humillado.
Su corazón, que latía con fuerza por el miedo, se calmó poco a poco al confirmar que Freya estaba ilesa, y sus músculos tensos se relajaron visiblemente.
Finalmente recordó la revelación de Ethel sobre que Freya había sido su antigua guardaespaldas.
—Señor Shaw… —Edwin había sido liberado, pero la llegada de Kristian lo llenó de un terror paralizante.
Reconoció su catastrófico fracaso y no podía soportar contemplar las inevitables repercusiones.
—¡Fuera! —La orden de Kristian cortó el aire con una hostilidad glacial. Edwin se secó apresuradamente el agua de la cara y se retiró con notable rapidez.
Freya siguió con la mirada su figura mientras se alejaba y le lanzó una última advertencia.
—Recuerda exactamente lo que te he dicho. No lo olvides.
Edwin dudó un instante, conteniendo a duras penas su rabia.
Se marchó sin decir nada, ya tramando planes para reclutar a alguien que se ocupara de Freya una vez que él escapara de aquella situación.
Anhelaba verla suplicar desesperadamente por su piedad.
Freya adivinó perfectamente sus intenciones. Lo había atormentado deliberadamente para provocar precisamente esa reacción, lo que le permitiría reunir pruebas concluyentes que garantizarían su encarcelamiento.
—Señor, ¿está bien la señora Shaw? —preguntó Gerard con cautela desde la puerta después de que Edwin se marchara tan angustiado.
Kristian permaneció en silencio y entró con determinación en el dormitorio antes de cerrar la puerta con un portazo que sonó con rotundidad.
Gerard comprendió la situación de inmediato y cerró la puerta de entrada que su jefe había forzado, asegurándola manualmente a pesar de los daños considerables.
Dentro de la habitación, la luz seguía tenue y la sutil fragancia continuaba impregnando el aire.
Freya había mantenido la compostura en todo momento; ahora que Edwin se había marchado, necesitaba urgentemente ver cómo estaba Sheila.
—Por favor, apártese.
—¿Apartarme para qué? —Las palabras de Kristian salieron entre dientes, y su profunda preocupación se manifestó en forma de gélido descontento.
—¿Has olvidado tu posición como ofrenda de Edwin para mí?
La expresión de Freya cambió a auténtica perplejidad. ¿Había perdido completamente el juicio?
—Si te han entregado como regalo, cumple con tu función. —La ira de Kristian era auténtica y profunda.
La idea de que ella pudiera encontrarse en situaciones similares tras su divorcio pesaba mucho en su conciencia. Creía que necesitaba una lección significativa sobre la realidad.
Freya miró fijamente a Kristian, con desafío en la mirada. —¿Quieres que te haga entrar en razón? —El desafío flotaba en el aire entre ellos.
Kristian se quedó en silencio, con los pensamientos dando vueltas en la quietud que siguió. Algo había cambiado, tal vez la tensión se había aliviado un poco, o tal vez la luz suave y tenue de la habitación había lanzado un hechizo encantador, pero se sintió irresistiblemente atraído por ella.
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