Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 7
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Capítulo 7:
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Ni Kristian ni Freya hablaban. Ambos irradiaban un frío tan intenso que podría haber roto las ventanas.
Gerard conocía bien los estados de ánimo de Kristian, pero ¿Freya? Antes estaba casi alegre. ¿Qué demonios había pasado?
Contuvo un suspiro. Las preguntas no servirían de nada ahora.
En el asiento trasero, la mirada de Kristian se desvió involuntariamente hacia el perfil de Freya. Algo desconocido se retorció en su pecho, una emoción que se negaba a nombrar.
Treinta minutos más tarde, el coche se detuvo a la entrada del hospital.
Kristian agarró a Freya por la muñeca y la arrastró hacia la sala VIP. Su agarre era férreo, inflexible.
Ella se estremeció y su voz rezumaba burla. —A este paso, no seré yo la acusada, sino tú, que te arrestarán por agresión.
Él soltó su brazo como si le quemara. Unas marcas rojas de ira rodeaban su piel.
Freya le lanzó una mirada tan fulminante que podría haber derretido el acero.
La culpa se apagó en el pecho de Kristian, breve e indeseada. Desapareció en el momento en que la cara magullada de Ashley apareció en su mente.
—Sígueme —murmuró, dando media vuelta. No esperó a ver si Freya obedecía.
La puerta se abrió de golpe. Ashley estaba recostada en la cama, con la cara iluminada al ver a Kristian.
—Kristian —susurró, con voz dulce y devota.
Él se puso a su lado en un instante y le acarició los dedos en señal de tranquilidad.
Freya entró, los miró y sonrió con aire burlón. —¿Debería irme? ¿Dejaros solos?
Ashley se estremeció. —Señorita Briggs, ¡no es lo que piensa! Solo estamos…
—Suéltale la mano —la interrumpió Freya—, y quizá esa mentira se lo crea alguien.
Se acercó a la cama y observó a Ashley por primera vez con detenimiento: rasgos suaves, complexión delicada, ojos muy abiertos con una inocencia fingida.
Ah. Ahora lo entendía. Esa era la mujer a la que Kristian amaba.
—Kristian… —Ashley apretó los dedos alrededor de los de él, con el labio inferior tembloroso.
Freya casi puso los ojos en blanco. Era evidente.
Ashley quería que explotara, que hiciera el papel de esposa celosa y le diera a Kristian otra razón para despreciarla.
Kristian malinterpretó el apretón de Ashley como miedo. Su voz se suavizó, algo poco habitual en él. —No pasa nada. Estoy aquí.
La risa de Freya fue fría. —Kristian, yo también estoy aquí.
Qué descaro. Alardeando de su aventura en su cara… ¿Acaso creía que se lo iba a tragar?
Él la ignoró y le susurró algo a Ashley que la hizo sonrojarse.
La paciencia de Freya se agotó. —Gerard —llamó sin apartar la vista de la cama—. ¿Cuánto tiempo vas a estar acechando en la puerta?
Gerard se puso rígido. ¿Cómo se había dado cuenta?
—Saca tu teléfono. —Su tono era letalmente tranquilo—. Graba a tu jefe haciéndole cariños a su amante. A ver cómo disfrutan los accionistas del Grupo Shaw con el escándalo.
Gerard palideció. Nunca había tenido intención de verse envuelto en esto.
Ashley jadeó y se apartó de Kristian como si la hubiera quemado.
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