Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 68
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Capítulo 68:
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Freya se tensó preocupada. ¿Revelaría su hermana su verdadera identidad?
«¿Es tu esposa?», preguntó Ethel, mirando finalmente a su hermana con franqueza.
Kristian respondió de forma ambigua: «Por el momento».
«¿Por el momento?», insistió Hugh.
«Estamos tramitando el divorcio», afirmó Kristian con tono tranquilo, observando atentamente la reacción de Hugh.
Si Hugh era realmente el padre de Freya, seguramente se enfadaría al oírlo.
Sin embargo, Hugh no mostró ninguna reacción emocional. No era de los que se entrometían en los asuntos personales de los demás ni se dedicaban a chismorrear. Preguntar más podría poner en peligro la identidad de su hija y arruinar sus planes.
Ethel aprovechó la oportunidad para enfrentarse a Kristian y, emocionada, se volvió hacia Hugh: —Papá, ¿no crees que la esposa del señor Shaw se parece a alguien de nuestro pasado?
Los ojos desconcertados de Hugh preguntaron en silencio: «¿Qué estás haciendo?».
Ethel miró hacia atrás, como diciendo: «Le estoy mostrando a Kristian que Freya tiene aliados».
La mirada preocupada de Hugh le advirtió: «¡No expongas a Freya!».
Los ojos de Ethel la tranquilizaron: «Confía en mí, sé lo que hago».
Hugh seguía sin estar convencido, con la ansiedad evidente en su expresión.
«¿Quién?», interrumpió Hugh su intercambio silencioso con una pregunta verbal.
«Mi guardaespaldas de la escuela primaria, Freya», improvisó Ethel, con los ojos brillantes de emoción calculada.
Hugh y Freya se quedaron en silencio.
Kristian frunció ligeramente el ceño mientras murmuraba: «¿Guardaespaldas?».
—¿Freya? —Hugh siguió el juego con cautela. Realmente no sabía qué responder; este desvío no formaba parte del guion que habían planeado.
Ethel, experta en la improvisación, inventó un pasado ficticio mientras implicaba sutilmente a su padre. —Cuando tenía nueve años, ¿no recuerdas que trajiste a casa a una chica cinco años mayor que yo? La asignaste para que me protegiera y asegurara que no me acosaran fuera de la escuela.
Hugh frunció el ceño, concentrado. ¿Cómo debía responder? ¿Fingir que recordaba ese recuerdo inventado o seguir fingiendo ignorancia? Sheila era cinco años más joven que Mina. Pero sin un guion preparado para esta situación inesperada, no se atrevía a hablar sin cuidado, temiendo que una palabra equivocada pudiera desvelarlo todo.
—En aquella época, me acosaban y me empujaban por las escaleras, y el director tuvo que llamarte —afirmó Ethel con voz firme y decidida—. Incluso acompañaste a la policía para revisar las imágenes de las cámaras de seguridad… —Su tono se intensificó con sinceridad mientras hablaba.
Consciente de que fingir ignorancia solo podría empeorar las cosas, Hugh decidió seguirle el juego y fingir que acababa de darse cuenta. «Ah, ¿esa Freya?».
«¡Sí, exactamente!», exclamó Ethel, con evidente emoción.
«¿Eres Freya Briggs?», preguntó Hugh, buscando confirmar su identidad.
Sorprendida por su convincente actuación, Freya respondió con serenidad: «Sí».
«Espera… ¿Freya? ¿Eres tú?», preguntó Ethel rebosante de alegría, con un comportamiento que recordaba al de una actriz experimentada. «Soy la niña de pelo corto a la que rescataste del estanque cuando me caí de pequeña. Antes todos me llamaban Sheila. ¿Te acuerdas?».
«Sí, claro», afirmó Freya, asintiendo con la cabeza.
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