Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 613
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Capítulo 613:
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—No hay de qué. Tras un breve intercambio, Freya le dio algunos consejos más por precaución antes de marcharse.
Al igual que cuando llegó, evitó toda vigilancia y tomó un taxi.
Dentro del coche, sacó su teléfono con la intención de enviar un mensaje a Trent para ver si ya se habían ido. Si no era así, iría directamente allí. Pero entonces se fijó en varios mensajes nuevos.
Kristian le había escrito: «Avísame cuando termines. Te llevaré a casa».
Ellis le había preguntado: «¿Qué prisa tienes? ¿No vas a volver?
Frederick había escrito: «¡Vuelve aquí! Te lo juro, Ellis está actuando muy raro. Era como una bestia cuando estábamos jugando, ¡no le metí ni un solo tiro!».
Freya se desplazó por los mensajes y respondió a todos, incluso al de Kristian.
Apenas había pulsado «enviar» en la última respuesta cuando Kristian la llamó.
«¿Dónde estás?», preguntó él.
««En el coche», respondió ella con frialdad, y añadió: «Si alguien te pregunta si ayudaste a Ashley a encontrar su teléfono, di que sí». Siempre se aseguraba de que todo fuera perfecto.
Quizás nadie indiginaría tanto, pero ella no quería correr ningún riesgo.
Kristian quería preguntar más, pero conociendo a Freya, supuso que tendría sus razones.
«De acuerdo», dijo.
Freya parpadeó, ligeramente sorprendida.
Con su personalidad, ¿no era este el momento en el que empezaba a preguntarlo todo?
—¿De verdad han descubierto a Ashley? —La preocupación de Kristian era evidente.
—No, solo hay sospechas —dijo Freya, con los ojos ligeramente apagados—. Como siempre, haz como si no supieras nada y sigue con tu vida normal.
—De acuerdo —respondió Kristian.
—Eso es todo —dijo Freya, dando por terminada la conversación.
«Voy a colgar».
«Espera», la detuvo Kristian.
Hacía mucho tiempo que no hablaba con Freya y, de alguna manera, esa pequeña conversación tranquila le había aliviado algo en el pecho.
La voz de Freya era monótona. «¿Algo más?».
«Sí».
«¿Qué pasa?».
«Quiero verte. Vamos a comer juntos», dijo él.
«Estoy ocupada. Tengo que colgar».
Esta vez, ella terminó la llamada sin dudarlo ni un instante.
Kristian se quedó mirando la pantalla oscura, con la habitual frialdad en los ojos sustituida por un ligero rastro de soledad.
Desde el asiento del conductor, Gerard no pudo evitar intervenir: «Así no se invita a alguien a salir…».
Kristian lo miró.
«Deberías reservar un buen restaurante con antelación, quizá regalarle unas flores», dijo Gerard con cara seria. «Luego se te ocurre una excusa para llevarla allí. ¿No funcionaría mejor así?».
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