Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 606
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Capítulo 606:
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Su mirada pasó de Freya a Ellis, y al ver ese rostro impecable, su corazón se encogió.
Cerca de allí, Gerard no pudo evitar echarle unas miradas furtivas a Ellis.
Ese rostro, ese aura. Este hombre podía rivalizar sin duda con Kristian.
—Buenos días, señorita Briggs —saludó Gerard con curiosidad—. ¿Y quién es él?
—Un amigo mío —respondió Freya con frialdad.
Evita deliberadamente mencionar que Ellis es su capitán. No hay necesidad de dar pie a suposiciones o charlas innecesarias.
Aun así, Freya no tiene ni idea de lo profundamente que esas palabras han afectado a Kristian.
¿Un amigo suyo? ¿Era el novio de Freya? ¿No era ella la que siempre decía que no soportaba acercarse demasiado a ningún hombre? Entonces, ¿por qué no se había alejado de este hombre que estaba a su lado como si fuera su pareja? ¿Realmente sentía algo por él?
Los pensamientos de Kristian giraban como un huracán en su cabeza.
Si la lógica no hubiera controlado sus emociones, podría haber corrido hacia ella y haberla arrastrado por impulso, exigiéndole saber qué pasaba entre ellos, tal y como había hecho antes.
Pero ahora estaba sereno, dolorosamente consciente de su lugar.
Para ella, no era más que un exmarido. No tenía derecho a molestarla más.
—Vamos —rompió Ellis el hielo—. Trent y Frederick siguen esperando allí.
—De acuerdo —respondió Freya.
No le dedicó a Kristian ni una segunda mirada, pasando a su lado como si fuera un desconocido en la calle. La distancia entre ellos se hizo enorme, hasta que pareció que ya no existían en el mismo mundo.
Kristian se quedó clavado en el sitio, incapaz de moverse, perdido en sus pensamientos. La imagen del rostro frío y distante de Freya al pasar junto a él se repetía en su mente, como una película lenta y inquietante.
—¿Señor Shaw? ¿Señor Shaw? ¡Señor Shaw! —gritó Gerard varias veces.
Finalmente, alzó la voz.
Kristian ni siquiera se inmutó. —Te oigo.
—¿Nos vamos? —preguntó Gerard con delicadeza. Sabía que Kristian estaba sufriendo, pero había cosas que no se podían aliviar con simpatía.
Kristian no dijo nada.
Gerard no se atrevió a decir ni una palabra más.
Pasaron unos instantes. Entonces, sin previo aviso, Kristian se dio la vuelta y empezó a caminar en la dirección en la que se había ido Freya.
Gerard parpadeó sorprendido y se apresuró a seguirlo, bajando la voz. —Estás divorciado. Aunque ella tenga a alguien nuevo, no tienes derecho a entrometerte.
Kristian se detuvo en seco, y el aire a su alrededor se enfrió al instante.
A Gerard se le aceleró el corazón.
Maldita sea. Había tocado un punto sensible.
—¿Crees que es alguien que le gusta? —La voz de Kristian era inquietantemente tranquila, distante, pero sus ojos lo delataban, rebosantes de confusión.
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