Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 567
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Capítulo 567:
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—El bebé se queda conmigo. Lo criaré bien —dijo Felipe de repente, suavizando el tono—. Ella puede visitarlo cuando quiera. No se lo impediré.
—Vete a la mierda —espetó Freya.
Felipe y Melvin se pusieron rígidos.
Melvin carraspeó y dio un paso adelante. —Quizá sea hora de que veas a tu padre. Yo me encargaré de todo aquí.
—No hace falta —respondió Freya con frialdad, con la voz tan aguda como siempre—. Si quieren arruinar la carrera de Farrah, que lo intenten. ¿De verdad creen que Farrah es alguien a quien pueden pisotear?
Ella no creía en usar el poder para aplastar a los demás. Pero si la familia Yates se atrevía a manchar el nombre de Farrah, quemaría todo lo que representaban. Al final, ellos serían los humillados.
—Melvin, vámonos —dijo, dándose la vuelta.
Melvin asintió con su habitual calma serena. «De acuerdo».
Al verlos salir, Felipe hervía, su frustración estaba a punto de estallar.
Golpeó la mesa con el puño en un arrebato de ira ciega.
No creía que Freya pudiera proteger realmente a Farrah.
Afuera, Melvin notó que Freya caminaba con pesadez. En silencio, sacó un caramelo del bolsillo y se lo ofreció. «Toma, algo dulce. Quizá te ayude a animarte».
Freya dudó un instante.
Miró la mano que se le ofrecía y su expresión se suavizó ligeramente.
Cogió el caramelo sin pensarlo dos veces. —Gracias.
—No tienes por qué cargar tú sola con el peso de Farrah y los Yates —dijo Melvin con delicadeza—.
«Yo me encargaré. Para eso estoy aquí». Era su trabajo allanar los baches en su camino, ocuparse de los líos para que ella no tuviera que mover un dedo.
«No es eso», murmuró Freya. «No estoy preocupada. Solo creo que… todo esto es muy injusto para Farrah».
Ella se merecía algo mejor que alguien como Felipe.
Melvin la miró fijamente y, por una vez, sus ojos, normalmente inexpresivos, mostraron algo más. —Es injusto para ti.
—¿Hmm?
—He dicho que también es injusto para ti —repitió Melvin con tono sincero.
A sus ojos, ella se merecía lo mejor que este mundo podía ofrecer.
Freya se quedó desconcertada. Entonces, una leve sonrisa se dibujó en sus labios, calentándole el corazón.
—Señorita Briggs —dijo Melvin, volviendo a su tono habitual de tranquila reverencia.
—¿Qué pasa? —preguntó ella.
—Sé que ya se lo he dicho antes, pero quiero repetírselo —dijo Melvin—. Si alguna vez decide casarse, piénselo bien. Déjeme ayudarla a sopesar sus opciones.
—De acuerdo —aceptó Freya.
En cuanto lo dijo, algo cambió en la expresión de Melvin, casi imperceptiblemente. Pero en cuestión de segundos, recuperó su máscara de calma. Sin entretenerse más, se dirigieron al lugar que Alan había preparado.
Resultó ser un complejo turístico tranquilo y pintoresco.
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