Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 547
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Capítulo 547:
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Felipe también lo vio: el cambio en su expresión. Una aguda sensación de pánico lo atravesó.
—No voy a volver —dijo Farrah con voz clara y decidida—. Y no volveré a estar contigo.
—¿Lo dices en serio? —Su voz tembló ligeramente, y el pánico crecía con cada segundo que pasaba.
—¿Qué hay que dudar? —Una voz suave y segura irrumpió de repente. Freya había llegado.
Vestida con un elegante traje a medida y con las llaves del coche en la mano, avanzó sin vacilar. —Cualquiera con un mínimo de sentido común querría mantenerse lo más lejos posible de ti.
En cuanto Freya apareció, todas las miradas se dirigieron instintivamente hacia ella.
Junto a la ventana, Farrah se quedó inmóvil, con un suspiro de alivio en el pecho que alivió el peso que le oprimía el corazón. Sus ojos brillaban con lágrimas contenidas.
—¡Freya! —Dos guardaespaldas saludaron a Freya al unísono.
Freya les lanzó con indiferencia las llaves de su coche.
Luego, volviendo la mirada hacia Felipe, le preguntó con frialdad—: ¿Te vas por tu cuenta o tendré que obligarte?
Puso un tono deliberadamente cortante en la palabra «obligar», asegurándose de que él captara la advertencia que había detrás.
Felipe lo entendió: no era una sugerencia. Era una amenaza.
Por un breve instante, jugó con la idea de responder, pero en el fondo sabía que, si las cosas se ponían feas, Freya no perdería el tiempo con sus guardias. Iría directamente a por él. ¡Y él no tenía ninguna posibilidad!
En ese momento, se arrepintió amargamente de haber rechazado la oferta de Kristian de entrenarle en combate cuerpo a cuerpo. Si lo hubiera hecho, ¡quizá tendría alguna oportunidad contra ella!
—¿Siempre tienes que ser tan problemática? —Estaba claramente molesto por su intromisión—. Esto es entre Farrah y yo. ¿De verdad tienes que entrometerte?
—Es mi amiga —dijo Freya con dureza, sin necesidad de explicaciones.
No era de las que se metían en los problemas de los demás. Pero Farrah era importante para ella y no iba a quedarse de brazos cruzados mientras Felipe hacía sus de siempre. Era natural: las mujeres se defendían entre sí.
«Si fuera tú, buscaría al mejor abogado que se pueda pagar», dijo Freya con tono burlón. «Quizá te ayude a perder de forma menos vergonzosa en el tribunal».
Felipe hería por dentro, con la mandíbula apretada, pero no tenía dónde descargar su frustración. No podía rivalizar con su habilidad para pelear, su estatus o la forma en que dominaba la sala.
—Solo quería hablar con Farrah —intentó sonar razonable—. Sé que la cagué antes y he venido para arreglarlo.
—¿Arreglarlas? —repitió Freya con un deje de burla.
Él no captó el sarcasmo. —Sí.
—¿Crees que arreglarlas significa hurgar en sus heridas? —replicó ella sin mostrar piedad alguna.
Felipe no supo qué responder. ¿Qué podía decir? Farrah se había negado a volver con él, así que esa era la única táctica que le quedaba para intentar forzarla.
«Solía pensar que tú y Kristian eran igual de horribles», admitió Freya, genuinamente sorprendida de que Felipe hubiera caído tan bajo. «¿Pero ahora? Creo que tú eres aún peor».
Al menos Kristian nunca había recurrido a esas tácticas. Solo la había tratado como a una tonta.
«No paras de hablar de enmendar tus errores y darle la vida que se merece, pero lo único que veo son tus amenazas y tu crueldad». Sus palabras le atravesaron el pecho a Felipe. Perdió los estribos.
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