Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 546
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Capítulo 546:
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Felipe estaba furioso, con la sangre hirviéndole en las venas. La exmujer de Kristian era una amenaza, una auténtica pesadilla.
—Farrah, ¿crees que esconderte ahí arriba va a cambiar algo? —su voz cortó el aire, alta y directa—. Seguimos casados, legalmente. Sigues siendo mi mujer.
—La señora Briggs ha dicho que ayudará a la señorita Welch a solicitar el divorcio en un mes —intervino uno de los guardias.
Felipe se volvió hacia él bruscamente, con los ojos como cuchillos. ¿Por qué demonios hablaba tanto este tipo? ¿No sabía cuándo callarse?
—¿Crees que solo porque Freya es la hija de Hugh Briggs, puede interferir en mi vida personal? —Su irritación estaba llegando al límite. El guardia respondió sin perder el ritmo. —Se llama hacer lo correcto.
—¿Quieres perder tu trabajo? —espetó Felipe.
—Señor Yates, yo trabajo para la familia Briggs, no para usted.
Felipe vio rojo. No había ni un alma decente entre Freya y su pandilla.
—Felipe, vete —resonó la voz de Farrah desde una ventana del piso de arriba—. Volveré a Jeucwell y arreglaré el divorcio pronto.«
Sus palabras lo atravesaron como una navaja, retorciéndose lentamente en su corazón. ¿De verdad le estaba haciendo la vida tan miserable?
«Si quieres que no le diga nada a tus padres, adelante, divorciate», amenazó Felipe, recurriendo a su táctica más desagradable.
Sabía perfectamente cómo eran sus padres: unos chupópteros de primera.
Pero no le importaba. Tenía dinero. Mientras no se metieran en su camino, podía enviarles un cheque jugoso cada mes.
Pero, ¿y si se enteraban de que ella quería el divorcio? El caos. Le pondrían el mundo patas arriba.
La reputación de Farrah se vería afectada y su carrera se derrumbaría bajo el peso de ello.
Y una vez que no le quedara nada, no tendría más remedio que volver con él.
El rostro de Farrah palideció en un instante. Él había dado en su único punto débil.
—Farrah, eres inteligente. Sabes lo que es mejor para ti —dijo Felipe, tratando de suavizar el golpe. Le dolía el pecho al ver cómo se le iba el color de las mejillas, pero siguió adelante—. Quédate conmigo y yo te protegeré de ellos. Te dejaré actuar, te daré todo lo que quieras.
Farrah apretó los puños a los lados del cuerpo.
Antes de casarse con él, sus padres no le habían causado muchos problemas, siempre y cuando les enviara dinero.
Pero después de la boda, Felipe los había mimado demasiado.
—Te juro que te trataré bien. No volveré a decepcionarte. No dudaré de ti solo porque alguien diga algo —prometió Felipe.
Los labios de Farrah se curvaron, amargos y apretados.
Un dolor sordo se instaló en su pecho, pesado e ineludible.
En ese momento, se sentía impotente. No tenía estatus, ni conexiones, ni dinero.
En el mundo de Felipe, ella era solo algo que poseer. Cuando estaba de buen humor o lleno de culpa, la halagaba con dulzura.
Pero cuando estaba desconfiado o molesto, se volvía frío y cruel.
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