Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 54
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos dos veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 54:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Freya lo reconoció con un sonido evasivo.
El silencio descendió sobre la habitación como un pesado telón.
La mirada de Hugh se posó en ella, casi tangible en su intensidad. Se preguntó si habría encontrado la felicidad durante los años que había pasado lejos de lo que una vez había sido su hogar.
—Tú… —comenzó Hugh, pero se detuvo.
—Me quedaré aquí, en el hospital —interrumpió Freya, con voz fría como el invierno, mientras afirmaba con firmeza—. Tú deberías irte a casa.
Hugh permaneció en silencio, luchando con preguntas que no se atrevía a formular.
Deseaba desesperadamente preguntarle por su vida durante los últimos dos años, pero sabía que ella no le daría ninguna respuesta.
Tras pensarlo detenidamente, se atrevió a hacerle una sola pregunta: —Entre Kristian y tú…
—Estamos tramitando el divorcio —respondió Freya con sencillez, acomodándose en la silla junto a la cama, con la atención fija en Sheila.
Hugh comprendió que Freya no deseaba prolongar la conversación. Tras expresar su sincera preocupación con unas pocas palabras, abandonó a regañadientes la habitación del hospital.
Al salir, se encontró con Frederick en el pasillo.
—Mina probablemente ha vuelto corriendo sin comer nada —comentó Hugh, lo suficientemente familiar con Frederick como para hablar con franqueza. Echó un vistazo hacia la habitación del hospital antes de añadir—: Por favor, asegúrate de que coma algo más tarde.
—Cuenta con mí —respondió Frederick sin dudarlo.
Consciente de la tensa relación entre Freya y Hugh, Frederick se abstuvo de hacer más comentarios.
Tras la marcha de Hugh, Frederick entró en la habitación con un brillo juguetón en los ojos. —Freya, ¿adivinas a quién he visto mientras aparcaba el coche?
Freya le lanzó una mirada de advertencia que decía claramente: «Si molestas a Sheila, te echaré de la habitación inmediatamente».
—A tu marido —susurró Frederick en tono conspirador.
Freya arqueó ligeramente las cejas, con evidente escepticismo. —¿Estás seguro?
—Absolutamente. Ha llegado en el vehículo corporativo del Grupo Shaw desde la sucursal de Alerith —explicó Frederick, con un tono que delataba un inconfundible tono chismoso—. ¿Crees que de alguna manera ha descubierto dónde estás y ha venido expresamente a ver a Sheila?
Freya permaneció pensativa en silencio.
Repasó mentalmente cada paso desde que bajó del avión hasta que se separó de Kristian y confirmó que no había revelado nada sobre su destino.
—Imposible —afirmó finalmente.
—¿Por qué? —susurró Frederick, con cuidado de no molestar al paciente que dormía.
—Él no sabe que estoy aquí —explicó Freya con su brevedad característica—, ni sabe que soy la hermana de Sheila.
Por primera vez, Frederick se sintió completamente desconcertado. —¿Qué quieres decir exactamente?
—Nunca le revelé mi verdadera identidad —aclaró Freya, sin perder la compostura.
—No decírselo no garantiza que no pueda descubrirlo por su cuenta —razonó Frederick, que conocía bien los recursos de Kristian—. Tanto en Jeucwell como en Alerith, su red de contactos es muy amplia. Mucha gente estaría dispuesta a ayudarle.
.
.
.