Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 539
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 539:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
—Sí —respondió Freya con calma.
Buscó el contacto de Frederick, le dio instrucciones y una dirección, y colgó.
Al verla organizar todo con tanta eficiencia, Kristian sintió que algo le oprimía el pecho y le costaba respirar. ¿De verdad no quería quedarse con él, ni siquiera una noche?
—Después del tercer semáforo, déjame en algún sitio donde no haya cámaras —le indicó Freya a Gerard.
Gerard obedeció instintivamente. —De acuerdo. La expresión de Kristian se volvió gélida.
Gerard sintió un escalofrío recorriendo su espalda, pero no dijo nada y siguió conduciendo a un ritmo constante.
—Si sales ahora, ¿qué pasará si mañana se descubre el engaño? —intentó razonar Kristian por última vez.
—No lo hará —respondió Freya sin dudar—. Mientras no digas nada, nadie lo sabrá.
Ya le había explicado a Frederick cómo manejar cualquier imprevisto. Podía marcharse sin peligro.
—¿Has cambiado de opinión por Melvin? —Era la única explicación que se le ocurría a Kristian.
—No —respondió Freya con su habitual franqueza, con voz fría.
«Es solo que no quiero pasar la noche contigo».
La respiración de Kristian se volvió pesada y la tensión en el coche se espesó como una nube de tormenta.
Gerard ni siquiera se atrevía a exhalar demasiado fuerte, aterrorizado de que un respiro en el momento equivocado pudiera enfurecer a su jefe.
El resto del trayecto transcurrió en absoluto silencio. Cuando llegaron al tercer semáforo, Gerard se detuvo y Freya salió del coche sin dudarlo.
Esta vez, Kristian no la detuvo. No era de los que suplicaban y sabía que, dijera lo que dijera, Freya no cambiaría de opinión. Una vez que se decidía, nadie podía hacerla cambiar de idea.
—Id vosotros —dijo Freya al darse cuenta de que Gerard seguía allí—. Frederick llegará enseguida.
No pasa nada. Esperaremos a que entréis en el coche», se ofreció Gerard.
«Vete», dijo Kristian secamente.
Gerard dudó. «¿Estás seguro?».
Kristian no respondió, pero una mirada gélida lo dijo todo.
Gerard se estremeció bajo su peso y, sin atreverse a discutir, le dijo a Freya que llamara si surgía algo antes de marcharse.
A mitad de camino, la tensión se rompió. Kristian se volvió hacia Gerard con una mirada fulminante. —Si tanto te gusta Freya, ¿por qué no te vas a trabajar con ella?
—¿A ti no te gusta? —replicó Gerard, esquivando hábilmente la pregunta.
—¿He sido demasiado blando contigo últimamente? ¿Te he hecho creer que soy un pelele con el que puedes bromear? A Kristian le daba vueltas la cabeza con la imagen de Freya hablando con Melvin con total tranquilidad. ¿Cuánta confianza tenía en ese hombre para mostrarse tan relajada?
Gerard miró a Kristian por el retrovisor antes de hablar, con tono ligero pero tajante. «Si te cuesta tanto dejar marchar a la señorita Briggs, ¿por qué no le pides que se quede?».
.
.
.