Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 52
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Capítulo 52:
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No se comunicaban con frecuencia, pero cuando alguno de los dos se enfrentaba a un reto, no dudaba en ofrecer su ayuda. Había pasado mucho tiempo desde su última conversación.
Mientras tanto, Freya ocupaba el asiento del copiloto de un impoluto coche deportivo blanco, soportando el incesante parloteo del conductor, que parecía querer compensar dos años de silencio.
—Freya, ¿estás escuchando lo que te digo? —preguntó Frederick. Vestido con ropa informal, juvenil y vibrante, su rostro angelical irradiaba encanto juvenil.
Freya respondió con su característica franqueza. —Estás haciendo demasiado ruido.
Frederick se desinfló al instante. —¿Han disminuido tus sentimientos por mí?
—Sigue hablando y terminarás este viaje a pie —afirmó Freya con precisión quirúrgica.
Frederick se calló de inmediato. Sabía que provocarla de verdad tendría graves consecuencias.
Al acercarse al hospital, la ansiedad volvió a apoderarse de Freya. «¿De verdad está estable Sheila?».
«Conoces la experiencia médica de mi hermana, ¿no?», la tranquilizó Frederick, consciente de su preocupación. «Cuando se enteró del accidente de Sheila, se ofreció a tratarla personalmente. Sabe lo importante que es Sheila para ti».
Freya sintió un ligero alivio.
Antes de bajar del avión, no había previsto que Frederick la estuviera esperando en el aeropuerto.
Cuando apareció su mensaje después de aterrizar, se sintió sorprendida. Solo después de entrar en su vehículo se enteró de que su padre había dispuesto que alguien la recogiera tras su conversación. Frederick había coincidido en el hospital con Hugh y había asumido la responsabilidad de recogerla.
Esos desconsiderados… ¿No habían pensado que quizá no podría conseguir un billete?
De repente, su teléfono vibró en la palma de la mano.
Freya desbloqueó distraídamente la pantalla y descubrió un correo electrónico de una cuenta que apenas había utilizado en los últimos dos años.
Freya abrió el correo electrónico, que contenía la sorprendente petición de que investigara ella misma.
Sus ojos se posaron en la dirección del remitente. No era un contacto cualquiera, sino alguien con quien había colaborado mucho años atrás. En aquel entonces, había valorado su experiencia y compartido sus objetivos, lo que había propiciado un periodo de productiva colaboración. Pero, cuando las circunstancias se calmaron, su comunicación se redujo al silencio.
¿Por qué ese repentino interés en investigarla ahora?
Sus dedos se detuvieron un instante antes de escribir una respuesta. «¿Te ha ofendido?».
El mensaje apenas había salido de su bandeja de salida cuando Kristian lo recibió. Había previsto la posibilidad de que, tras años sin contacto, el hacker hubiera abandonado esta cuenta. Estaba preparado para que su solicitud desapareciera sin respuesta en el olvido digital. La respuesta inmediata lo tomó por sorpresa.
Sentado en el asiento trasero del coche, tecleó pensativo antes de responder: «No, estoy ayudando a un amigo a investigar. No puedo decir más. ¿Puedes investigar sobre ella?».
Freya examinó su respuesta, frunciendo el ceño en señal de concentración. De repente, algo encajó. Abrió la imagen adjunta y la examinó con atención.
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