Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 519
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 519:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
—¿Crees que esto hará que Freya cambie de opinión?
—No —respondió Kristian con naturalidad.
Desde el divorcio hasta el banquete de cumpleaños de Lionel, lo había intentado todo. Sabía que Freya no cambiaría de opinión una vez que hubiera tomado una decisión.
—¿Qué condiciones has acordado con su abuelo? —El tono de Melvin era más frío de lo habitual.
Kristian entrecerró los ojos. ¿Se estaba entrometiendo demasiado el supuesto pretendiente de Freya?
—No es asunto tuyo —espetó, con voz dura—. Cíñete a los términos. ¿Qué quieres?
—Nada —respondió Melvin con firmeza.
La actitud de Kristian cambió y su voz se volvió gélida mientras presionaba a través del teléfono.
—Te sugiero que lo reconsideres.
—No he dicho nada —repitió Melvin con voz resuelta—. No le diré a Freya lo que has hecho.
Los ojos de Kristian se oscurecieron. No creía que un empleado corriente como Melvin pudiera rechazar diez mil millones. Seguro que no ganaba tanto en Briggs Group. Después de todo, diez mil millones le asegurarían el futuro.
«Tengo que ocuparme de Gerard, así que voy a terminar aquí», dijo Melvin, mirando a Gerard, que fruncía el ceño mientras dormía, claramente incómodo por haber bebido demasiado.
Kristian se quedó sin palabras. Le resultaba difícil entender a Melvin.
«Por cierto…», dijo Melvin, rompiendo el silencio.
Kristian abrió los labios. —¿Qué?
—Gerard se va a tomar unos días libres —la voz de Melvin era tan fría como siempre.
—Está demasiado borracho para ir a trabajar.
Kristian no respondió, solo colgó el teléfono con decisión. ¿Qué clase de persona era Melvin?
Melvin dejó con cuidado el teléfono de Gerard en la mesita de noche y se fijó en el ceño fruncido de Gerard. Con delicadeza, lo levantó y lo llevó al baño.
Como amigo, Melvin demostró un gran nivel de consideración, y sus acciones reflejaban un profundo y firme sentido de la lealtad. Le compró ropa limpia a Gerard, lo aseó con cuidado y lo acostó en la cama antes de ocuparse de sí mismo.
Una vez que terminó, se acostó en su propia cama, asegurándose de que ambos tuvieran su espacio.
A la mañana siguiente, cuando Gerard se despertó, sentía un dolor sordo en la cabeza. Se frotó las sienes y se incorporó, dándose cuenta de que llevaba puesto un albornoz de hotel que no le resultaba familiar. Se detuvo un momento, confundido.
«Te he conseguido un permiso», dijo Melvin, ya vestido, que había esperado pacientemente para informar a Gerard.
«No tienes que ir a trabajar hoy. Yo me tengo que ir ya».
«¿Mi jefe no ha dicho nada?», preguntó Gerard, preocupado por su jefe.
En cuanto a que le hubieran bañado y cambiado, a Gerard no le importaba.
Se conocían desde hacía tanto tiempo que los límites personales ya no eran un problema.
.
.
.