Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 511
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Capítulo 511:
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Sabía que si lo admitía, su aparente calma se haría añicos. Ella le respondería bruscamente y la forma en que lo miraría se volvería más fría. Y así, sin más, la distancia entre ellos no haría más que aumentar.
Freya no podía leer lo que él estaba pensando. No insistió, solo esperó a que él respondiera.
—En tus ojos, ¿soy solo alguien que siempre te obliga a hacer cosas que odias?
Kristian respondió con otra pregunta, eludiendo por completo la de ella.
Freya no dudó. —¿No es eso lo que eres? Él la había obligado a disculparse, la había culpado por cosas que ella no había hecho y seguía apareciendo en su vida incluso después de haber roto.
Ahora, ella no confiaba en él.
Su voz era firme, pero las palabras le golpearon con fuerza, dejándole sin aliento.
Freya no esperó una respuesta. Arrancó el motor y se dirigió hacia la oficina del Grupo Shaw.
El trayecto fue silencioso y el ambiente tenso.
Freya mantuvo la vista en la carretera, mientras Kristian miraba por la ventana, perdido en sus pensamientos.
Pero el silencio no le molestaba. De hecho, le daba una extraña sensación de paz.
Porque ella estaba allí, a su lado. Puede que ya no le importara, pero por ahora, eso era suficiente.
Más de una hora después, Freya se detuvo frente a la sucursal del Grupo Shaw.
—Ya hemos llegado —dijo ella, sin dar más explicaciones.
Kristian no se movió de inmediato. En lugar de eso, se volvió hacia ella, con la mirada impenetrable.
Una vez que saliera del coche, probablemente no volvería a verla.
Freya no oyó que se moviera y supuso que se había quedado dormido. Se giró para darle un codazo, pero se encontró con su mirada. Sus ojos eran profundos, conflictivos y teñidos de algo que parecía soledad.
Ella ya no lo amaba. No sentía nada por él. Pero, aun así, algo en su mirada le dolió.
Apartó la cara y dijo: «Ya puedes salir».
Kristian asintió en silencio, se desabrochó el cinturón, abrió la puerta y salió.
Freya estaba a punto de arrancar cuando se dio cuenta de que él estaba allí, con una mano en la puerta del coche, dudando si cerrarla.
—Miguel no te obligará a más matrimonios concertados ni citas a ciegas —dijo Kristian antes de que ella pudiera decir nada. Su voz era tranquila, pero con un deje de tristeza—. Eres libre de elegir con quién quieres casarte.
Freya parpadeó, sin saber qué quería decir. Estaba a punto de preguntar, pero él ya había cerrado la puerta y se había alejado, desapareciendo en el edificio con pasos largos y firmes. Lo único que dejó atrás fue la imagen de su figura alejándose.
Freya se quedó mirándolo durante un segundo y finalmente se marchó.
Mientras tanto, Kristian regresó a su oficina y se hundió en su silla, abrumado por sus pensamientos.
Gerard lo vio entrar y se acercó con el acuerdo que Kristian había firmado con Miguel. Se lo entregó.
—Déjalo ahí —dijo Kristian.
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