Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 49
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Capítulo 49:
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—Freya sigue siendo mi esposa —declaró Kristian con voz gélida y el rostro impasible—. ¿Te vas a quedar aquí sentado viendo cómo lucha sola?
Con un destello de perspicacia, Gerard comprendió las intenciones de Kristian. Una sutil sonrisa se dibujó en su rostro mientras respondía: «No te preocupes. Me aseguraré de que ella y todas sus pertenencias sean escoltadas de vuelta a su casa».
—¡Date prisa! —insistió Kristian, con un tono de urgencia en la voz. Gerard no dudó. Salió disparado del coche y corrió hacia Freya, decidido a cumplir su misión.
Mientras tanto, no podía entender por qué Kristian no podía simplemente conseguir el número del apartamento de Freya él mismo, en lugar de inventarse una excusa tan torpe para enviarlo en su lugar.
Gerard tardó diez minutos en regresar.
Inmediatamente le comunicó a Kristian el piso y el número del apartamento de Freya. La expresión de Kristian seguía siendo indescifrable, con el rostro impasible, mientras le ordenaba a Gerard que condujera a la oficina y comenzara a preparar los documentos necesarios para el viaje de negocios.
Freya era plenamente consciente de que Gerard había sido enviado a seguirla hasta su apartamento por orden de Kristian. Entendía el miedo subyacente de Kristian: le preocupaba que ella pudiera huir y evitar finalizar el divorcio, lo que le impediría ser sincero sobre su relación con Ashley.
Evitó enfrentarse a él y canalizó su energía en organizar meticulosamente sus pertenencias.
Pasó una hora y, con todo perfectamente ordenado, estaba a punto de pedir el almuerzo cuando una llamada repentina la interrumpió. Era su padre. Sin dudarlo un momento, rechazó la llamada.
Sin embargo, casi inmediatamente, el teléfono volvió a sonar.
Normalmente, colgar una vez era suficiente; era una regla tácita en su tensa relación, un reconocimiento silencioso de su mutuo desagrado. El teléfono vibraba insistentemente sobre la mesa, y sus vibraciones resonaban en la habitación en silencio.
Freya observaba, con las emociones enredadas mientras debatía si contestar. Con un suspiro de resignación, finalmente respondió, con voz que denotaba desinterés: «¿Qué pasa ahora?».
«Sheila ha tenido un accidente», fue la tensa respuesta de Hugh, con la voz quebrada por la emoción.
Esas palabras sacudieron a Freya hasta lo más profundo, dispersando sus pensamientos como hojas al viento.
No recordaba haber colgado ni cómo había salido del apartamento. Lo siguiente que supo es que estaba en la parte trasera de un taxi, con el paisaje urbano difuminándose a su paso mientras se dirigían a toda velocidad hacia el aeropuerto.
Su corazón latía con fuerza mientras las palabras de Hugh resonaban en su mente: Sheila tenía un brazo fracturado, sangraba por la cabeza y estaba inconsciente en el hospital.
Sheila Briggs no era solo su hermana menor, era su ancla, la única constante en su vida tras la muerte de su madre.
—Por favor, rápido, es urgente —suplicó Freya al taxista, con la voz temblorosa por la ansiedad que sentía por Sheila.
Cuando Freya llegó al aeropuerto, ya era media noche y media.
El siguiente vuelo de Jeucwell a Alerith salía a las dos de la tarde. Saltó del coche y corrió hacia el mostrador, preguntando desesperadamente si había alguna cancelación.
Todos los billetes online habían desaparecido, dejándole solo la esperanza de que se abriera alguna plaza de última hora.
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