Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 479
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Capítulo 479:
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Una horrible revelación lo golpeó.
Se quedó paralizado, concentrándose en su interior. Su rostro se oscureció. Lo habían drogado, sin que él se diera cuenta.
—Freya —la llamó, con voz baja y magnética, cargada de un tono que no quería tener.
Freya se volvió, con los ojos muy abiertos y enmarcados por las pestañas, curiosa y vigilante. Captó la mirada de él y frunció el ceño. —¿Qué pasa?
—¿Notas algo extraño en tu organismo? —preguntó Kristian, con la voz ahora más ronca, mientras el calor que sentía en su interior amenazaba con abrumarlo.
Freya parpadeó.
Su cuerpo siempre había tenido una mayor tolerancia a las drogas, por lo que su reacción fue más lenta.
Aparte del extraño olor que había notado al entrar, no había notado nada extraño, estaba demasiado concentrada en localizar el origen del bloqueo de la señal.
Al ver que parecía estar bien, Kristian le dio una advertencia. —Coge una toalla, moja y cúbrete la nariz y la boca. Intenta no respirar directamente el aire.
No lo solucionaría todo, pero era algo.
Freya dudó al notar el color sonrojado de sus mejillas.
—Vamos —la instó Kristian con voz baja, los ojos cada vez más oscuros.
Freya sacó una mascarilla de su bolso, entró en el baño, la humedeció, la escurrió y se la puso. El extraño olor de la habitación se desvaneció casi al instante.
En cuanto salió, Kristian se acercó a ella.
Freya abrió la boca para preguntarle qué estaba haciendo, pero él se detuvo justo delante de ella. Su voz era áspera, casi desconocida. —Pase lo que pase, no entres.
Freya frunció el ceño.
—Si me ignoras y pierdo el control y pasa algo, será culpa tuya. —Sin esperar respuesta, Kristian se dio la vuelta y desapareció en el cuarto de baño, cerrando la puerta con llave.
Un momento después, el sonido del agua corriendo resonó en la habitación. Freya comprendió al instante lo que quería decir.
Pero si le habían drogado así, una ducha fría no serviría de mucho, ¿verdad?
Kristian pronto le dio la razón.
El agua helada solo le enfrió la piel, su cuerpo ardía más que nunca. El deseo se intensificó más que en su noche de bodas. Era implacable, enloquecedor.
Pero una cosa estaba clara: no podía tocar a Freya. Por mucho que pelearan, por muy profundo que fuera su resentimiento, ella ya no era su esposa. No podía cruzar esa línea.
—Kristian —la voz de Freya, tranquila y fría, flotó a través de la puerta y atravesó el caos de su mente.
Para él, su voz era a la vez salvación y tortura.
Los recuerdos surgieron como una inundación. No podía permitirse perder el control, lo lamentaría el resto de su vida.
Apretó los puños, apretó los dientes y gruñó: —¡No hables! Qué mujer tan tonta. ¿No entendía que el silencio era la única forma de mantenerse a salvo?
—Abre la puerta —dijo Freya con tono inquebrantable.
Kristian sintió que se desmoronaba. ¿Por qué no podía simplemente escuchar? Sabía exactamente lo que pasaría. Si abría esa puerta, si posaba los ojos en ella, la bestia ganaría.
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