Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 472
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Capítulo 472:
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Freya tiró de su mano, pero él no la soltó, sus dedos la apretaban con tanta fuerza que parecía que le iban a romper los huesos. Si no hubiera sido la gran celebración del cumpleaños de Lionel, habría perdido los nervios allí mismo.
Qué bruto. Le dolía muchísimo.
Con un fuerte golpe, Kristian la empujó contra la pared del pasillo, acorralándola.
No había ni un alma a la vista, y la distancia que los separaba del salón principal garantizaba que nadie los oiría aunque la cosa se pusiera fea.
—¿Qué demonios te pasa? —Freya frunció el ceño, haciendo una mueca de dolor al sentir el latido en la espalda por el impacto.
—¿De verdad te gusta ese niño de Cyril? —espetó Kristian, con la irritación bullendo bajo su aparente calma.
Se había convencido a sí mismo de que, después de todo, le debía una disculpa a Freya: debía aceptar sus deseos y dejar de presionarla.
Pero ahora estaba claro: había calculado mal. La tratara bien o mal, ella prefería hablar con un desconocido como Cyril antes que prestarle atención.
Si seguía así, nunca aceptaría volver a casarse con él.
—Lo que me gusta o no me gusta no tiene nada que ver contigo —replicó Freya, harta—. ¿Y en qué calidad me lo preguntas? Kristian vaciló.
Freya insistió: —¿Como mi exmarido? ¿O como alguien que espera empezar de nuevo?
—¿No dijiste que no volverías a hablarme? —preguntó Kristian, bajando la voz hasta convertirla en un susurro amargo y frío.
Freya se quedó en silencio. Él realmente estaba perdiendo el control.
No quería perder ni un minuto más en su presencia. —Apártate.
—No has respondido a mi pregunta —dijo Kristian obstinadamente, con los ojos fijos en ella.
—No te debo ninguna respuesta —dijo Freya con frialdad, casi sin paciencia—. Y si no te apartas, no me voy a contener. Al fin y al cabo, el lugar estaba desierto.
Puede que su ropa no fuera la ideal para una pelea, pero eso no significaba que no fuera a defenderse si era necesario.
—Pruébalas —la desafió Kristian, apretando la mandíbula.
Freya lanzó un puñetazo, pero él le agarró la mano en un abrir y cerrar de ojos. Sin perder el ritmo, ella levantó la pierna para darle una patada, pero él giró y la esquivó justo a tiempo.
—Hoy es el cumpleaños de Lionel. No quiero montar una escena aquí —advirtió Freya, siempre respetuosa con los mayores—. Será mejor que sepas cuándo parar.
—Hablas como si estuvieras en una posición moral superior, solo para ocultar el hecho de que tu corazón ya está en otra parte —dijo Kristian, sabiendo que ella no era ese tipo de mujer, pero eso no significaba que quisiera dejarla marchar tan fácilmente.
Aunque eso significara discutir. Aunque eso significara pelear. Necesitaba que hubiera algo, cualquier cosa, entre ellos.
Freya lo miró como si fuera un idiota y le espetó: —Aunque haya cambiado de opinión, al menos no empecé a salir con otra persona antes de firmar los papeles del divorcio.
—Ya no tengo contacto con ella —murmuró Kristian, con voz entrecortada y moviendo apenas los labios.
—Eso es solo porque ella no te quiere. Si hubiera vuelto solo por ti, si lo de la enfermedad terminal fuera cierto —replicó Freya—. ¿No estarías ya casado con ella?
Kristian frunció el ceño, y la profundidad de sus palabras se reflejó en su rostro.
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