Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 45
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Capítulo 45:
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Gerard exhaló, pero no pudo resistirse a lanzar una última puñalada. —Está bien. Entonces no esperes que te ayude a recuperarla más tarde.
La temperatura en el coche se desplomó.
Kristian reflexionó sombríamente, pensando que quizá darle a Gerard una carga de trabajo demasiado ligera le había hecho olvidar cuál era su lugar.
El juzgado se alzaba ante ellos cuando llegaron a las 8:50.
Gerard se había encargado de los preparativos y había acompañado a la pareja al interior para presentar los documentos.
Mientras los observaba rellenar los formularios, se ajustó las gafas de montura dorada y envió un mensaje al hermano de Kristian. «Señor, su hermano y su esposa se están divorciando».
La respuesta fue inmediata. «¿Qué? Estás bromeando. Él la adora».
Gerard respondió: «Ashley Bradley ha vuelto».
«¿Está dejando a su mujer por su ex?».
Gerard dudó. «Sí».
«Qué atrevido».
Gerard no supo qué responder.
El hermano de Kristian continuó: «Que se divorcien. Lo ha tenido todo fácil desde que le rompieron el corazón por primera vez. Quizá que su mujer le haga bajar los humos le venga bien».
Gerard se quedó mirando la pantalla durante un segundo antes de bloquear el teléfono. ¿Por qué se había molestado en contárselo? Estaba claro que convencer a Kristian era lo último que pensaba hacer su hermano.
Justo cuando Gerard iba a ver cómo estaban la pareja, sonó su teléfono. Se apartó y respondió en voz baja.
El tono del hermano de Kristian era relajado, casi perezoso. —Se me olvidaba preguntarte: ¿cómo va el reparto de los bienes?
Gerard pensó un segundo antes de responder: —Aparte de las acciones, ella se queda con la mitad de su sueldo y sus bonificaciones, su coche deportivo más caro y una villa en las afueras.
«Es justo», respondió la voz, seguida de un clic al terminar la llamada. Gerard parpadeó. ¿De verdad eran hermanos?
Mientras tanto, Freya y Kristian completaron el papeleo y les informaron del periodo de espera obligatorio de treinta días. Si al cabo de un mes seguían queriendo seguir adelante, podrían volver para formalizar el divorcio definitivo. Pero si alguno de los dos cambiaba de opinión, podía cancelarlo.
Con eso, salieron del juzgado.
Todo había ido sobre ruedas.
Gerard los llevó de vuelta, debatiéndose si decir algo. Al final, se mordió la lengua. Un mes era mucho tiempo. Había mucho margen para cambiar de opinión.
Pero en cuanto llegaron a la villa, Gerard se dio cuenta de lo seria que iba Freya.
Había un camión de mudanzas en la entrada. Incluso Kristian se detuvo al verlo.
Gerard, al notar el raro momento de vacilación de su jefe, se volvió hacia Freya. —¿Has llamado a la empresa de mudanzas?
—Sí —respondió Freya con un breve asentimiento antes de salir del coche.
No perdió tiempo y se apresuró a acercarse a los muderos para negociar con ellos que esperaran mientras recogía sus pertenencias.
A pesar de llevar más de un año viviendo allí, sus pertenencias eran escasas: solo dos maletas y un puñado de cajas.
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