Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 435
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Capítulo 435:
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Un recuerdo pasó por la mente de Freya, un vestigio de sus días de maratones de series, en los que circulaba una broma: «Si el villano es guapo, sus fechorías suelen pasarse por alto».
En aquel entonces, ella se había burlado, ya que nunca había encontrado a los villanos particularmente atractivos.
Pero ahora, mientras observaba a Kristian, transformado en un personaje que parecía casi antinatural, los instintos de Freya se agudizaron.
Aunque sus acciones hacia ella eran mucho menos siniestras que las de cualquier villano, su aspecto llamativo y su voz hipnótica hacían que fuera peligrosamente fácil pasar por alto cualquier conflicto pasado.
Kristian captó el sutil cambio en el comportamiento de Freya, que pasó de ser sereno a cauteloso, y aunque su rostro no delató nada, la confusión se reflejó en su mente.
No había hecho ningún movimiento, pero Freya parecía tensa, como si se preparara para una sorpresa desagradable.
—Alan —la voz de Freya rompió el tenso silencio, aguda y autoritaria.
En su escritorio, Alan estaba absorto en el análisis de las imágenes de la cámara. Su llamada lo sacó de su concentración y se dirigió hacia el estudio con paso rápido y decidido.
Cuando llegó junto a ellos, su expresión se había transformado en una máscara fría y serena. —¿Qué pasa?
Freya no perdió el ritmo. —El señor Shaw ha calculado que los daños de anoche ascienden a 999 dólares —declaró con tono impasible—. Por favor, transfiera el dinero.
Alan frunció el ceño de forma apenas perceptible. La duda lo carcomía. Se volvió hacia Kristian en busca de confirmación, con un tono de escepticismo en la voz. —Sr. Shaw, ¿está seguro de que solo son 999 dólares? —Su mirada había recorrido la gama de electrodomésticos inteligentes de alta gama y la cifra le parecía increíblemente baja.
¿Acaso las pérdidas de Kristian por el caos de la noche anterior no iban más allá de un simple smartphone?
«Sí, 999 dólares», afirmó Kristian con expresión inflexible, tan impenetrable como una roca.
Sin daños visibles que justificaran discutir la cantidad, Alan procesó la transferencia a regañadientes, con la mente aún debatiéndose entre las cifras mientras enviaba el dinero a la cuenta de Kristian.
Lo que no sabía era que Kristian había pasado el día sustituyendo con diligencia los artículos dañados e incluso había conseguido reparar a la perfección una baldosa ligeramente rayada.
«Listo», declaró Alan, mostrando con aire triunfal el comprobante de la transacción a Freya.
Tras confirmar que Kristian había recibido el pago, Freya intuyó que era el momento de marcharse, con el ambiente cargado de una tensión tácita. «Si más tarde se les ocurre algún otro daño, no duden en ponerse en contacto con Alan», sugirió con un tono educado y distante.
«De acuerdo», asintió Kristian, con un toque de resignación en la voz.
No podía precisar exactamente qué había vuelto a agriar el humor de Freya, pero era evidente que ella seguía sin querer verle.
Sabiamente, se abstuvo de pedirles que se quedaran, no queriendo tentar a la suerte ni hacer las cosas más incómodas de lo que ya eran. Freya respondió con un gruñido evasivo y le indicó a Alan que era hora de irse.
Alan le lanzó una mirada de reojo, frunciendo ligeramente el ceño, con los ojos que prácticamente preguntaban: «Espera, ¿no nos estamos olvidando de mi disculpa?».
Los ojos de Freya le enviaron un mensaje silencioso. «Ya me he encargado yo de la disculpa».
Atónito, Alan luchó por procesar su críptica respuesta.
Pero entonces se le ocurrió una idea escalofriante: ¿qué pasaría con las imágenes de las cámaras de seguridad?
«Oye, Mina, ahora vuelvo, tengo que ir al baño», anunció Alan de repente, ganando tiempo para pensar cómo convencer a Kristian de que borrara las imágenes.
Los ojos de Freya se posaron en Alan un instante más de lo necesario. No podía quitarse de la cabeza la sensación de que hoy había algo raro en él. Kristian también lo había notado, aunque se guardó sus pensamientos para sí mismo y se limitó a señalar el baño.
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