Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 428
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Capítulo 428:
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¿Qué había pasado la noche anterior? ¿Por qué Toby había dejado que una mujer lo llevara a casa? ¿Cómo sabía ella dónde vivía? O peor aún, ¿la había llevado él mismo, en su borrachera?
Cuanto más pensaba, más se hundía en el pánico.
Se enorgullecía de mantener una reputación impecable, y esta situación era como una mancha que no podía borrar.
Afuera, Freya esperaba pacientemente, aunque había pasado casi media hora. Aún no había señales de Alan. Frunciendo el ceño, se acercó a la puerta del baño. El agua seguía corriendo, pero no se oía ningún otro ruido. La preocupación se apoderó de ella.
¿Se había desmayado? ¿Se había resbalado y caído?
—¿Alan? —llamó ella, con tono cada vez más preocupado.
En el momento en que su voz atravesó la música, Alan casi se sale del pellejo. Gritó, sobresaltado por la repentina voz femenina.
Freya parpadeó, confundida. ¿Qué demonios había pasado? Temiendo que se hubiera desmayado de nuevo, le preguntó con delicadeza: —¿Estás bien?
Alan se quedó paralizado.
Esa voz… sonaba como la de Freya. ¿Podía ser?
Llamó vacilante: «¿Mina?».
«Sí, estoy aquí», respondió Freya con claridad, prefiriendo la precisión a las suposiciones.
Alan exhaló aliviado, sintiendo cómo se le quitaba un peso del pecho.
Menos mal. ¡Era Freya!
Por un momento, había temido haber traído a una desconocida a casa y sellado su destino en una vergüenza alcohólica.
Una vez superada la crisis, terminó de ducharse con paso ligero, con las preguntas aún rondándole la cabeza, pero sin tanta urgencia.
Cinco minutos más tarde, salió del baño con el rostro fresco y vestido con ropa informal.
El desayuno ya estaba servido. Freya repartió la comida con cuidado y le puso un vaso de leche delante. Empezó a comer en silencio.
Pero algo la preocupaba. Observaba a Alan con atención, tratando de encontrar el momento adecuado para hablar.
Contarle lo que había pasado en casa de Kristian no iba a ser fácil. El orgullo de Alan tenía un mecha larga, pero una vez encendida, la explosión podía ser dramática.
Aun así, la verdad tenía que salir a la luz.
Alan se dio cuenta de su mirada mientras daba un sorbo. Detuvo la mano, con la taza a medio camino de los labios. —¿Por qué me miras así? —preguntó, con tensión en la voz.
Un pensamiento terrible cruzó su mente: ¿había hecho algo vergonzoso delante de ella?
Un momento.
Su expresión cambió cuando lo comprendió. Algo crucial encajó en su sitio.
Anoche estaba bastante borracho.
—Lo has descubierto —dijo Freya en voz baja, aliviada de que él hubiera atado cabos.
Alan bajó la taza lentamente, como si el tiempo se hubiera ralentizado. —¿Estaba… borracho anoche?
Freya asintió. —Sí.
—¿Muy borracho?
—Sí —confirmó ella de nuevo.
Alan se apretó ambas manos contra la cabeza, al borde de un colapso nervioso. ¿Por qué se había confabulado el universo contra él?
—¿Me puse… demasiado enérgico? ¿Como la última vez? —No se atrevía a decir «borracho y desastre». —Por favor, dime que no.
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