Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 425
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 425:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Esta vez, Kristian no intentó detenerla.
Juntos, se pusieron manos a la obra en silencio, poniendo todo en orden, pieza a pieza.
Sabiendo muy bien lo exigente que era Kristian con la limpieza, Freya le preguntó dónde estaban las sábanas y la manta de repuesto. Después de que él se las indicara, ella sustituyó las que Alan había estropeado en el dormitorio principal.
Cuando Kristian terminó de ordenar el resto de la casa, levantó la vista y vio que Freya seguía moviéndose, su silueta se deslizaba suavemente por la habitación.
Se acercó y le quitó la manta de las manos, con voz tranquila y serena. —La habitación de invitados está lista. Ve a lavarte y a dormir un poco.
No había olvidado lo estricta que era Freya con sus horarios para dormir.
—No… —comenzó Freya, pero antes de que las palabras pudieran salir de sus labios, Kristian ya estaba a su lado.
Su hombro rozó ligeramente el de ella y Freya percibió ese aroma familiar y fresco que lo envolvía.
Justo cuando ella se dispuso a alejarse, Kristian extendió la mano, le quitó la manta de las manos y comenzó a hacer la cama él mismo.
Sintiendo el cambio en el ambiente, Freya se apartó ligeramente y dejó que terminara.
No era una persona que se dejara llevar por el sentimentalismo, pero en ese momento, algo en los gestos tranquilos de Kristian le recordó el calor que una vez habían compartido.
Cuando se mostraba distante, era imposible acercarse a él. Pero cuando era gentil, era imposible resistirse.
Con sus rasgos llamativos, sus modales refinados y su complexión atlética, Kristian se movía con un aire de elegancia. Y ese aroma, limpio y sutil, siempre parecía sorprenderla, alojándose en algún lugar entre el recuerdo y la emoción. Desde lejos, era manejable. De cerca, le hacía saltar el corazón. Era cierto que el deseo podía ser peligroso.
Freya estaba a punto de marcharse y romper el momento que había comenzado a formarse cuando Kristian la llamó. —Freya.
—¿Qué pasa? —Su expresión seguía tan serena como siempre, ajena a la tensión que se respiraba en el aire.
—¿Melvin y tú estáis juntos? —preguntó de repente, con voz más suave, con un tono casi íntimo.
Freya no sabía explicar por qué, pero cada vez que Kristian le hablaba en ese tono tranquilo y suave, su mirada se desviaba instintivamente hacia su rostro y bajaba la guardia.
Como ahora.
Sin pensarlo mucho, respondió: «No».
«Me alegro», dijo Kristian, esbozando una leve sonrisa.
Empezó a levantar la mano, como para revolverle el pelo, pero se detuvo a mitad de camino, recordando la distancia que aún existía entre ellos. Tras una pausa de un segundo, dejó caer la mano.
Freya ya se había preparado para apartarla, no le gustaban las muestras de afecto casual de personas con las que no tenía confianza, pero cuando él se detuvo, se quedó momentáneamente desconcertada.
La gente era así de extraña.
Cuando algo no salía como se esperaba, de alguna manera dejaba una impresión más profunda.
Era un momento completamente normal y, sin embargo, Freya, que estaba dispuesta a rechazar su gesto, se encontró dándole crédito en silencio a Kristian por saber cuándo trazar la línea.
—Deberías ir a limpiarte y descansar —dijo Kristian, con voz tranquila y clara, estableciendo límites—. Yo llevaré a Alan a la cama.
Pero Freya no tenía intención de quedarse a pasar la noche. —No hace falta. Lo llevaré directamente a casa.
.
.
.