Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 415
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Capítulo 415:
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Pero cada vez que mencionaba su nombre, no le esperaba una sonrisa.
En cambio, le provocaba un nudo de ansiedad y preguntas difíciles de responder.
«¿Ni siquiera sabes si te gusta? ¿Qué pasa por tu cabeza?», bromeó Alan, pasando un brazo por los hombros de Kristian y acercándolo a él con aire conspirador. «Dime una cosa: si ella estuviera con otra persona, ¿te sentirías molesto?».
Un «sí» rotundo resonó en la mente de Kristian, inmediato y decidido. No solo se sentiría molesto, sino que también se vería obligado a intervenir. La sola idea le hizo apretar la mandíbula.
«Y si Mina fuera víctima de una injusticia, ¿la defenderías, la ayudarías a vengarse?», insistió Alan, con la curiosidad despertada.
La respuesta surgió en la mente de Kristian sin que él lo deseara, clara y tajante.
—Muy bien, la pregunta decisiva —murmuró Alan, bajando la voz hasta convertirla en un susurro mientras se llevaba el dedo a los labios y se inclinaba hacia el oído de Kristian—. ¿Podría alguien ocupar el lugar de Mina en tu corazón?
Kristian lo meditó, con la mente convertida en un campo de batalla entre la emoción y la lógica.
Finalmente, llegó a una conclusión definitiva: no.
En ese momento, mientras se daba cuenta de ello, las palabras de Gerard le vinieron a la mente, resonando en su cabeza. El verdadero afecto a menudo venía entrelazado con el deseo sexual.
Aparte de Freya, nadie había despertado ni una pizca de deseo en Kristian, ni siquiera Ashley en el pasado. Con ese pensamiento dando vueltas en su mente, sacó su teléfono y empezó a buscar en Internet. Pero en cuanto vio las respuestas, su expresión se nubló como el cielo antes de una tormenta.
«¿Es esto algún tipo de fantasía descabellada? ¿Sentir atracción por una sola persona? ¡Qué ridículo!».
«A mí me parece impotencia».
«En serio, deja de justificarlo. ¿Quién pasa por la vida sin un atisbo de deseo?».
«Puede que sea amor. Algunos hombres no sienten interés por la intimidad física hasta que encuentran a la persona adecuada. Entonces no es lujuria, sino algo más profundo. Es perfectamente normal».
Su mirada se detuvo un momento más en ese último comentario, como si las palabras le hubieran llegado al alma.
Alan se inclinó para intentar echar un vistazo, pero antes de que pudiera ver nada, Kristian ya había bloqueado la pantalla.
«Si todas las preguntas que te he hecho antes no te han aclarado las cosas, aún queda una última prueba», propuso Alan, con determinación inquebrantable. Tenía una misión: emparejar a este hombre taciturno con Freya.
Kristian, siempre tranquilo, se sentó erguido como un profesor escuchando las divagaciones de un alumno borracho. —¿Y cuál es?
—Cuando te gusta alguien, quieres estar cerca de él —explicó Alan con un tono de sinceridad poco habitual, a pesar del alcohol que nublaba su mente—. Anhelas su voz, su presencia. Quieres formar parte de cada momento de su vida, de cada día. Así es como lo sabes.
Por supuesto… salvo los obsesivos».
Esas palabras llegaron al corazón de Kristian como guijarros lanzados al agua en calma.
Él quería estar cerca de Freya, hablar con ella, compartir su tiempo. Más que nada, no podía soportar la idea de quedar completamente fuera de su mundo.
La sola idea de desaparecer de su vida lo llenaba de una silenciosa desesperación.
«Entonces… si eso es lo que siento, ¿significa que la amo?», preguntó, casi como si fuera una pregunta retórica.
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