Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 395
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Capítulo 395:
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En ese momento, Freya sintió como si los cimientos de su mundo se derrumbaran, dejándola de pie sobre un terreno inestable.
Sus manos se tensaron a los lados y la luz que había dentro de ella pareció desvanecerse.
—Mina —la llamó Hugh en voz baja.
Freya no respondió, pero sus ojos se enrojecían.
Hugh entró en pánico, se puso de pie de un salto y corrió hacia ella—. Mina, no me asustes.
Freya se mordió el labio inferior, el dolor en el pecho era insoportable.
Para ella, tener una familia feliz siempre había sido su mayor fuente de fortaleza. Durante su intenso entrenamiento, siempre había sacado fuerzas pensando en su familia. Cuando las cosas se ponían difíciles, la idea de proteger a su familia la mantenía en pie. Cuando quería rendirse, la visión de su familia feliz era lo único que la motivaba.
Pero tras la muerte de su madre, solo unos días después, había sorprendido a su padre y a Cheryl en la cama juntos. Fue entonces cuando su mundo se derrumbó.
Su padre había afirmado que le habían tendido una trampa.
Y Freya le había creído.
Pero creerlo no borraba la realidad de que, a pesar de sus palabras, él había mantenido a Cheryl cerca, y se había creado una brecha entre ellos.
Ahora, su padre le decía que los cimientos de su creencia, la familia feliz en la que siempre había confiado, nunca habían sido reales. Sus padres nunca se habían amado. Su mundo se derrumbó.
Ahora Freya lo entendía todo. No era de extrañar que su madre nunca les hubiera animado a ella ni a su hermana a buscar un hombre como su padre; al fin y al cabo, ese matrimonio no se había forjado por amor, sino por deber. Una unión cosida por las apariencias, no por el afecto.
Todo era teatro, sonrisas pintadas como máscaras en un baile de disfraces.
—¿Qué significa Cheryl para ti? —preguntó Freya, con una voz más suave que la brisa antes de una tormenta, controlando cuidadosamente sus emociones.
Ante su pregunta, Hugh no dijo nada. Simplemente se sentó a su lado, y el silencio se cernió entre ellos como una niebla.
Durante la siguiente media hora, desveló las capas del pasado, contando cómo había llegado a casarse con la madre de Freya y la enredada historia que compartía con Cheryl.
Cuando finalmente se calló, Freya sintió como si una roca se hubiera posado sobre su pecho, presionándola con cada respiración.
Se levantó, con los ojos aún brillantes de emoción. —Voy arriba.
—Mina —la llamó Hugh en voz baja.
—Si pretendes convertir a esa mujer en tu esposa, hazlo. Pero ten claro que Sheila y yo solo hemos tenido una madre. —Con esas palabras, salió del salón y cada paso que daba era como un trueno sordo mientras se retiraba a su habitación.
Ahora todo estaba claro.
Cheryl había sido el primer amor de Hugh: dos corazones jóvenes en llamas, solo para ser separados por el padre de Hugh durante el fervor de su romance. El deber se impuso al deseo; él se vio obligado a casarse con la madre de Freya en un matrimonio sin amor. Del mismo modo, la madre de Freya había estado enamorada de otra persona, pero ella tampoco había podido hacer frente al férreo control de su padre.
En aquellos tiempos, el matrimonio rara vez nacía del amor. Era un juego de ajedrez, orquestado por los mayores, que dejaba poco espacio para la elección… o la alegría.
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