Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 393
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 393:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Originalmente, Freya había planeado que alguien entregara los artículos, pero después de probar la puerta y encontrarla cerrada, se había rendido. Además, esa hora del día no era ideal para entregas.
—¿Lo has pensado bien? —Kristian rompió el silencio de repente.
Freya lo miró, desconcertada. —¿A qué te refieres?
—A volver a casarte.
Freya se quedó sin palabras.
No tenía ningún deseo de entablar una conversación con él.
Kristian se puso de pie y se acercó a ella. Su alta estatura la dominaba, proyectando una sombra que parecía envolverla por completo. Se inclinó lo suficiente para que sus palabras se sintieran cercanas, casi demasiado cercanas. —Si tienes alguna preocupación, no dudes en compartirla. Si aceptas volver a casarte conmigo, te transferiré todos mis bienes a tu nombre.
—No es necesario —lo rechazó Freya sin dudarlo. Una vez rota la confianza, era como intentar reparar un cristal roto. Por mucho que lo intentara, nunca volvería a estar intacto.
La confianza de Freya en Kristian hacía tiempo que se había desvanecido, perdida para siempre.
Kristian abrió la boca como para decir algo más, pero la gélida distancia que irradiaba Freya lo detuvo en seco.
Había algo en ella hoy, algo diferente de lo habitual.
Mientras lo contemplaba, llamaron a la puerta.
Freya miró la hora y supo que era Ethel. No se apresuró a abrir.
Conociendo el carácter de Kristian, si se levantaba para abrir la puerta ahora, él probablemente pensaría que era Melvin o Trent, e incluso podría negarse a abrir.
De hecho, Kristian pensó lo mismo.
Sin embargo, al ver que Freya no hacía ningún movimiento para abrir la puerta, supuso que Gerard había regresado.
Cuando abrió, Ethel estaba en el umbral.
—¿Señorita Briggs? —murmuró Kristian.
—He venido a llevarme a mi hermana a casa —dijo Ethel con tono firme—. Y a devolverle las cosas que dejó en nuestra casa la última vez.
Mientras hablaba, un grupo de guardaespaldas y un chófer salieron con varias maletas en la mano.
Kristian estaba a punto de cerrar la puerta cuando Freya se adelantó, tomó las bolsas de los guardaespaldas y el conductor, y las colocó en la sala de estar.
Una vez que terminó, retrocedió hasta la puerta, con el tono tan frío y distante como siempre. —Confío en que la próxima vez se abstendrá de enviar regalos de manera tan informal. No somos tan cercanos como para aceptar tales obsequios.
Sin esperar su respuesta, se dio la vuelta y salió con Ethel y los demás.
La mirada de Kristian se ensombreció al sentir frustración. Sacó su teléfono y marcó el número de Gerard con urgencia. —Averigua qué ha estado pasando con Freya estos últimos días.
—Ha estado trabajando estos dos últimos días —respondió Gerard, con voz tranquila y familiarizada con la agenda de Freya—. La única excepción ha sido el almuerzo de hoy con su padre y otras personas.
—¿Quiénes eran?
.
.
.