Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 388
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Capítulo 388:
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Al ver cómo la tensión hervía como una olla a punto de desbordarse, Ethel se sentó en silencio cerca de ellos, decidiendo ser una espectadora silenciosa en lugar de meterse en la tormenta.
No era una escena que se prestara a interrupciones. Era teatro: caótico, improvisado y cargado de tensión.
—Freya —la llamó Kristian de nuevo, con una voz que era una extraña mezcla de calidez y frialdad—. Deberías tener al menos una pizca de conciencia. Si acabo atrapado en un matrimonio sin amor, tú tendrás parte de la culpa.
Freya lo miró con incredulidad. «¿Qué tal si tú empiezas por tener un poco de respeto por ti misma?».
«¿El trato que hicimos? Se ha acabado», declaró Kristian, como si reclamara un campo de batalla perdido. «En lugar de mantenerme alejado de ti, el nuevo acuerdo es este: te quedarás conmigo hasta que mi abuelo finalmente abandone la idea de empujarme hacia otra mujer al azar».
La declaración pareció ofrecerle un momento de alivio.
Últimamente, le atormentaba el arrepentimiento: ¿por qué había aceptado unos términos que no le reportaban nada? Si fracasaba en esos tres retos, ¿significaría eso perderla para siempre?
La idea le carcomía, sobre todo cuando las imágenes de su primer amor o de Charlie, siempre rondándole, bailaban en su mente como fantasmas indeseados.
Freya frunció el ceño. Su voz sonó baja y mordaz. —Sigue soñando.
Con eso, se dio la vuelta para marcharse.
Pero Kristian volvió a agarrarla del brazo.
Freya ya no era de las que se dejaban intimidar por esas tácticas. Siempre había sido capaz de zafarse de su agarre con facilidad.
Sin embargo, esta vez, cuando intentó liberarse con su técnica habitual, no pudo.
Lo intentó de nuevo. Seguía agarrado.
Lo intentó una tercera vez, y su mano seguía agarrada como un tornillo.
Rápidamente se dio cuenta de que hoy no habría escapatoria fácil.
—¿De verdad crees que todas las otras veces te dejé ir porque no podía detenerte? —Kristian se inclinó hacia ella, acortando la distancia entre ellos. La repentina proximidad provocó un reflejo en Freya. Quería escapar, rápido.
Odiaba esa atmósfera sofocante.
Y Kristian le gustaba aún menos.
Kristian miró a Ethel, que seguía sentada cerca, y volvió a Freya. —¿Vas a venir sin oponer resistencia o tendré que arrastrarte?
—No tientes a la suerte —espetó Freya, con furia en los ojos.
Al ver el fuego en su mirada, la expresión de Kristian se suavizó, solo un poco.
Al menos no lo estaba rechazando como si no existiera.
Abrió los labios y pronunció las palabras lentamente, con mesura. —La decisión es tuya.
—Sheila —llamó Freya con firmeza, decidida.
Ethel se levantó de un salto.
Freya dio instrucciones con calma. —Llama a los guardaespaldas para que te recojan. Yo iré con él.
Mientras hablaba, movió sutilmente la mano que Kristian no le sostenía.
El código silencioso entre hermanas era más profundo que la sangre. Ethel estaba a punto de preguntarle qué podía hacer en casa de Kristian, pero la discreta señal de Freya le dijo todo lo que necesitaba saber.
Ethel asintió y respondió en voz baja: «De acuerdo».
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