Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 385
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 385:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Freya respondió secamente: «No».
Y eso fue todo.
No tenía ningún interés en quedarse cerca de Kristian, así que le dijo a Ethel: «Vamos».
«¡Vale!
Ethel nunca discutía con su hermana.
Kristian frunció ligeramente el ceño, indeciso sobre si seguirla. Pero entonces recordó que el abuelo de Norah le había encargado que la acompañara, así que dudó. En ese momento, recibió un mensaje.
Norah le había enviado un mensaje de texto: «He quedado con mis amigos. Puedes acompañar a Freya».
Al leer el mensaje, Kristian no perdió ni un segundo. Se dio la vuelta y se dirigió en la misma dirección que Freya. No sabía exactamente qué lo impulsaba, solo que si la dejaba irse sin hacer nada, se sentiría vacío por dentro.
Durante los últimos días, había estado visitando a los viejos amigos de Lionel, tal y como él le había pedido. No estaba seguro de lo que Lionel les había contado, pero todas las visitas terminaban con alguien intentando emparejarlo con su nieta.
El abuelo de Norah no fue una excepción.
Ethel miró hacia atrás por casualidad y vio que Kristian las seguía. Se inclinó hacia Freya y le susurró: «Freya, tu ex nos está siguiendo».
«Ignóralo». Freya se mostró tan indiferente como siempre cuando se trataba de Kristian. «¿A dónde quieres ir? Vamos».
«Arriba», respondió Ethel.
«De acuerdo».
Sin mirarlo siquiera, las dos siguieron adelante, dejando atrás a Kristian.
Cuando llegaron a una de las tiendas, Ethel entró para probarse ropa. La dependienta, al ver a Kristian fuera, dudó un momento antes de preguntarle nerviosa a Freya: «Disculpe, ¿ese hombre es usted?».
«No», respondió Freya con voz tranquila y serena. Su belleza natural, combinada con la calma y seguridad de su actitud, hizo que la dependienta le creyera sin dudar.
La dependienta se quedó un momento y, con un gesto de preocupación, advirtió a Freya: «Tenga cuidado cuando salga. Parece que le está siguiendo».
«De acuerdo, gracias por avisarme», respondió Freya con tono cálido pero distante.
Ethel eligió dos prendas y Freya la ayudó a llevarlas mientras continuaban con sus compras.
Durante las siguientes horas, Freya y Ethel siguieron con sus compras, con Ethel a la cabeza en la elección de los artículos. Cada vez que encontraba algo que le parecía perfecto para Freya, se aseguraba de comprárselo también a su hermana.
A las cuatro en punto, Kristian las vio entrar en otra tienda y frunció el ceño. Sentía verdadera curiosidad por saber cómo Ethel, tan pequeña y delicada, podía estar horas de compras sin cansarse.
No era el cansancio lo que le molestaba, sino las miradas extrañas y persistentes que no dejaba de recibir.
Esas miradas le hacían sentir como si fuera una especie de acosador espeluznante.
Diez minutos más tarde, cuando Freya y Ethel salieron de una tienda, Kristian se acercó a ellas, incapaz de resistirse. —¿Cuánto tiempo más piensan seguir de compras? —Las dos mujeres lo miraron, confundidas.
No entendían por qué les hacía esa pregunta, sobre todo porque la duración de sus compras no parecía tener ninguna relevancia para él.
.
.
.