Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 371
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Capítulo 371:
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Y, además, no era capaz de hacerlo.
La última vez, se había visto obligada a acercarse a Kristian e intentar destrozar su matrimonio. Solo eso ya le había destrozado la conciencia.
Pero lo había hecho para proteger a su familia. No había tenido otra opción.
Esta vez era diferente. Sentía que estaba sacrificando la vida de otra persona para salvar a su propia familia. Si lo hacía, su familia nunca la perdonaría, y ella tampoco.
—¿Y bien? —preguntó el hombre, levantando una ceja cuando ella permaneció en silencio.
La voz de Ashley sonó firme, aunque su cuerpo temblaba. —No lo haré.
—¿En serio? —No parecía enfadado, solo divertido—. Entonces quizá visite a tu hermano y a tu abuela. Me pregunto cómo se sentirán al saber que has hecho de amante y has destrozado a otra familia.
—¡No te atrevas! —siseó Ashley.
—Tú misma —dijo el hombre, enderezándose.
Mientras se alejaba, añadió por encima del hombro: «Tres días. Es todo lo que tienes. Obedece o sigue tu conciencia».
Y con eso, la dejó allí, encadenada, destrozada y, una vez más, envuelta en las sombras sofocantes de aquel sótano.
A la mañana siguiente, amaneció en Alerith.
Freya ya había lavado y secado la ropa que había llevado el día anterior.
Recién vestida y lista para salir, se sentó en el salón a esperar a Kristian.
Media hora más tarde, los dos desayunaron juntos y salieron.
Su destino era un club de tiro legítimo situado en el corazón de la ciudad, al que solo se podía acceder con carné y carta de recomendación.
Por supuesto, Kristian ya se había encargado de todos los trámites.
Tardaron una hora en llegar al club.
Kristian, que conocía bien al gerente, fue recibido con una sonrisa cálida y familiar. «Cuánto tiempo sin vernos, Kristian».
«Sí, cuánto tiempo», respondió Kristian, entablando conversación con naturalidad.
«¿Y quién es ella?», preguntó el gerente, dirigiendo la mirada con curiosidad hacia Freya.
La expresión de Kristian cambió y sus ojos se ensombrecieron ligeramente al comenzar a responder:
«Solo una amiga».
«Freya Biggs», intervino Freya, presentándose con una sonrisa serena.
Algo en su interior le decía que, si no hubiera interrumpido, Kristian habría dicho algo que ella no estaba preparada para oír.
Kristian la miró; esa era precisamente su intención: presentarla como su esposa.
—Por aquí, por favor —dijo el gerente con un brillo cómplice en los ojos antes de hacerles un gesto para que avanzaran—. Enseguida vendrá un profesional para enseñarles a disparar. Síganme.
Caminaron en silencio por el pasillo que conducía al campo de tiro.
A Freya y Kristian les asignaron un instructor profesional a cada uno.
El gerente, Mack Russell, resultó ser primo de Damon Russell. Al observar la actitud concentrada de Freya, se inclinó hacia Kristian y le susurró
—Tú y la señorita Briggs… No pueden ser solo amigos, ¿verdad?
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