Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 36
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Capítulo 36:
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Sabía que ella era capaz. Confiaba en que sabría manejar a Kristian. Pero la confianza no negaba la necesidad de tranquilidad.
Freya esbozó una pequeña sonrisa. «De acuerdo».
Su despedida, tierna pero teñida de un entendimiento tácito, no pasó desapercibida. Desde el balcón de arriba, Kristian observaba, apretando con fuerza la barandilla hasta que se le pusieron blancos los nudillos. La voz del teléfono se desvaneció en un ruido estático.
Solo un pensamiento lo consumía: ¿Cómo se habían acercado tanto ella y Trent?
«¿Señor? ¿Me oye, señor?». La voz de Gerard finalmente atravesó su confusión. Ya había repetido dos veces, pero solo había obtenido silencio.
«¿Qué?», Kristian apenas registró las palabras. Su atención estaba fija en Freya, que entraba en la casa mientras el coche de Trent desaparecía por el camino de entrada.
Gerard reprimió un suspiro. ¿Así que todo lo que acababa de informar había sido completamente ignorado?
Aun así, por el bien de su sueldo, repitió lo que había dicho. «Acaba de llamar la policía. Han detenido al sospechoso del accidente de coche de la señorita Bradley. ¿Quiere ir a declarar?».
«No». Kristian se giró bruscamente y se dirigió hacia las escaleras. «Diles que procedan según el protocolo».
Gerard frunció el ceño. Su jefe había estado obsesionado con este caso, ¿qué había cambiado? Pero sabía que era mejor no preguntar. «Entendido».
Kristian colgó y entró en el salón justo cuando Freya entraba.
Las miradas de Freya y Kristian se cruzaron, crepitando con una tensión palpable que espesaba el aire entre ellos. El desdén estaba profundamente grabado en sus rostros, un testimonio silencioso de la creciente brecha entre ellos.
Sin decir una palabra, Freya se dio la vuelta y subió las escaleras, cada paso irradiando una determinación gélida.
—¡Alto! —La voz de Kristian resonó, pausada pero resonante, mientras llamaba a la figura que se alejaba.
Freya lo ignoró, sin vacilar en sus pasos.
Con determinación, Kristian la interceptó al pie de la escalera, plantándose firmemente en su camino. La dominaba en altura, con el rostro impasible, indiferente. —¿Podemos hablar? —preguntó con voz baja y firme.
—Está bien —admitió Freya secamente, con tono renuente.
Se dirigieron al salón, donde Kristian apartó el mando a distancia con indiferencia.
Freya siguió el movimiento con la mirada, pero no dijo nada. En lugar de eso, cogió con elegancia su taza y se sirvió un poco de agua. El suave tintine del líquido rompió el silencio. Tras dar un sorbo lento y mesurado, se sentó en el sofá, acunando la taza entre las manos. —Está bien. Ve al grano. ¿De qué quieres hablar?
La mirada de Kristian era implacable, penetrante, cuando preguntó: «¿Qué relación tienes con Trent Seymour?».
Su respuesta fue rápida y franca. «Somos amigos».
«¿Y cuándo comenzó esta amistad?», insistió Kristian, con tono inquisitivo.
Sin inmutarse, Freya respondió: «Nos conocemos desde que éramos niños».
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