Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 357
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Capítulo 357:
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—Ni hablar —exclamó Frederick casi instintivamente, extendiendo las manos en un gesto de rechazo. «Si hiciera eso, no solo Freya nunca me lo perdonaría, sino que nuestros amigos comunes también lo verían como una traición».
Sus pensamientos se dirigieron a Freya, cuya amabilidad y lealtad estaban muy presentes en su mente. ¿Cómo podía traicionarla? Nunca haría algo así.
«Si lo reconsideras, estoy dispuesto a ofrecerte diez millones de dólares», declaró Kristian, con la mirada fija en Frederick y una tranquila determinación.
Frederick negó con la cabeza con firmeza, sin una pizca de vacilación en la voz. —No se trata de dinero. Soy amigo de Freya, y los amigos no se traicionan así.
Kristian se inclinó ligeramente, con expresión impenetrable. —No te pido que la traiciones. Solo quiero entenderla mejor.
Frederick frunció el ceño y adoptó un tono serio. —Pero ella no quiere que la entiendas. Ni siquiera le gustas. Para ella, sea lo que sea esto, es como si estuvieras invadiendo su espacio. —Hablaba con una sinceridad inquebrantable, propia de alguien joven y ferozmente leal—. ¿Que te persiga alguien a quien no soportas? No es halagador, es agotador.
Los ojos de Kristian brillaron con un destello de frialdad y su expresión se endureció.
Desde un lado, Gerard le hizo discretamente un gesto de apoyo a Frederick, admirando su valentía. Era raro ver a alguien enfrentarse con tanta audacia a la intimidante presencia de Kristian.
—¿Y por qué crees que no me soporta? —preguntó Kristian con voz afilada como una navaja, cortando el aire tenso.
—Ha bloqueado todos los medios para contactar con ella. ¿No te parece lo suficientemente claro? —El corazón de Frederick latía con nerviosismo, pero su confianza en el apoyo de Freya le dio el valor para continuar—. Freya rara vez corta con la gente. Si ha llegado a ese extremo contigo, significa claramente que no quiere saber nada de ti.
Kristian entrecerró los ojos, con una tormenta gestándose detrás de ellos. —Ya me ha desbloqueado.
Frederick se detuvo, momentáneamente desconcertado.
Tras un breve momento para ordenar sus pensamientos, respondió con indiferencia calculada: —Eso solo significa que ahora eres insignificante para ella. Ya ni siquiera se molesta en bloquearte. Esa frase golpeó a Kristian como un puñetazo en el estómago. Recordó la cara de Freya cuando lo desbloqueó, su expresión desprovista de emoción, su voz gélida al declarar que había terminado. Esa actitud fría y distante parecía indicar que estaba rompiendo los lazos, que no quería saber nada más de él.
«Cincuenta millones de dólares», afirmó Kristian, aumentando la oferta sin dudarlo.
La respuesta de Frederick fue firme, sin mostrar ningún indicio de tentación. «Ya te lo he dicho: no se trata del dinero».
«Cien millones», replicó Kristian rápidamente, con voz firme.
«No puedo traicionar a Freya», reiteró Frederick, con lealtad inquebrantable.
«Mil millones», dijo Kristian, con un tono que rayaba en la desesperación.
Frederick no se dejó influir por la astronómica suma; en cambio, consideró las ofertas cada vez más elevadas de Kristian como una rabieta infantil disfrazada de hombre.
Se puso de pie, con la postura rígida, indicando el final de la discusión. —Ya sea mil millones, diez mil millones o cien mil millones, mi lealtad hacia Freya no está en venta.
—¿Estás seguro? —insistió Kristian, arqueando las cejas.
—Absolutamente —afirmó Frederick, resuelto.
—Entonces tendré que decirle a Freya que fuiste tú quien me pasó su dirección —dijo Kristian con voz tranquila, aún sentado, con la mirada penetrante—. ¿Cómo crees que reaccionará?
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